El Puente Aéreo languidece a ritmo de ferrocarril de altos vuelos. Cierto que el AVE no es precisamente barato, pero el tránsito aéreo suele tener más peajes simbólicos que el transporte por tierra. No es el miedo a volar, generalmente es cuestión de tiempo y en esa batalla el tren llega con ventaja. Los vuelos que unen Madrid y Barcelona desde hace unos 40 años con flexibilidad de horarios fueron durante mucho tiempo uno de los trayectos más transitados y rentables de todo el mundo, pero la competencia del AVE ha llevado al servicio a ser deficitario. La solución prevista por Iberia es operar al paciente áereo mediante la intervención de sus marcas, Vueling al frente. La flexibilidad es la única baza que se puede jugar en esta batalla del transporte.

El presidente de Iberia, Luis Gallego, lo tenía claro desde hace meses. Descartaba de plano la posibilidad de ceder a terceros un pastel que aunque menos apetitoso todavía tiene pretendientes. El puente aéreo de Iberia cuenta hoy por hoy con unos 20 enlaces en cada dirección al día, que se suman a los vuelos tradicionales entre las dos ciudades que opera Vueling por su lado.

El AVE absorbe el 62% de los viajeros entre Madrid y Barcelona, un porcentaje elevado pero inferior al de otras conexiones entre poblaciones con tren de alta velocidad que tienden a situarse en torno al 90%. El Puente Aéreo, además, es clave para alimentar los vuelos que salen hacia destinos internacionales desde cualquiera de las ciudades. Sin conexiones rápidas (ferroviarias) entre el Aeropuerto de Barajas y el centro de Madrid será difícil que el avión gane terreno al tren en esta batalla.