La Unión Europea está acostumbrada a avanzar a golpe de crisis pero la calma chicha que se ha instalado en los últimos meses en el horizonte político europeo, por la mejora de la economía y, sobre todo, la ausencia de un Gobierno con plenos poderes en Berlín, desaconseja grandes revoluciones.

No todos los países de la zona euro comulgan con la ambiciosa agenda reformista planteada en septiembre por el presidente francés, Emmanuel Macron, o más recientemente por la Comisión Europea, y la cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la UE de este jueves y viernes constatará la falta de sintonía y la necesidad de echar el freno a la refundación de la Eurozona.

"Los estados miembros difieren en sus evaluaciones de lo que necesitamos hacer y de la urgencia de estas tareas. A falta de presión de los mercados, la voluntad política de realizar más progresos se ha debilitado", constata el presidente de la UE, Donald Tusk en el breve documento preparado para animar el debate que celebrarán este viernes los líderes de la Eurozona. Será durante un desayuno de trabajo de dos horas al que también están invitados el resto de miembros de la UE -todos salvo Theresa May-, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y el del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem.

Se trata de la primera vez en años que la reforma de la unión económica y monetaria llega a la mesa de los jefes de Estado y de Gobierno europeos aunque en esta ocasión la discusión se producirá en circunstancias "muy diferentes" a las de anteriores. No hay crisis a la que responder con urgencia, la economía de los países del euro crece a su ritmo más rápido desde hace una década y la creación de empleo roza niveles históricos, con la tasa de desempleo más baja en los últimos años. Los riesgos, sin embargo, no han desaparecido. Las tensiones geopolíticas mundiales, el aumento del proteccionismo, la posible desaceleración de la economía china o el aumento de la aversión al riesgo de los mercados siguen presentes. Un recordatorio evidente de que la crisis podría volver a atrapar a Europa con la guardia baja.

Las ambición, al congelador

Aún así, la visión de una nueva Eurozona más fuerte, con instrumentos de calado como un superministro de finanzas encargado de la coordinación de las políticas económicas, un presupuesto de varios miles de millones de euros para apoyar a los países en crisis o la simplificación de las reglas del déficit, ha ido perdiendo fuelle. El apetito en Alemania, Holanda o Finlandia no es el mismo que en Francia, Italia, Portugal, España o Bruselas y toca echar el freno. "Las discusiones no han permitido alcanzar una amplia convergencia", justifica Tusk. Constatado el desacuerdo la idea este viernes será la de definir en qué ámbitos existe consenso y comprometerse a tomar las primeras decisiones en junio de 2018. Y tres son las áreas en las que existe una "amplia convergencia".

Para empezar, reforzar el fondo europeo de rescate (MEDE) de forma que pueda operar como cortafuegos de la unión bancaria a través de una línea de crédito especial con una capacidad de 500.000 millones de euros. En segundo, que el MEDE se transforme en una especie de Fondo Monetario Europeo y, por último, completar la Unión Bancaria con un tercer pilar, un sistema europeo de garantía de depósitos bloqueado hasta ahora por el gobierno alemán por temor a que este termine pagando los agujeros de las entidades europeas. "Si no hay progresos significativos en estas áreas será muy difícil que pueda haber progresos sobre las ideas más ambiciosas", justifica Tusk.

Claudicación francesa

Pese al revés que supone meter en el congelador las ideas mas ambiciosas de Macron, al gobierno francés no le ha quedado más remedio que claudicar y esperar a mejores vientos en el mes de junio. "La cuestión no es fácil. Hay que continuar trabajando" porque "bajo las circunstancias políticas actuales no es posible", admiten fuentes diplomáticas.

"Tenemos que ver qué es lo que queremos priorizar para que las cosas vayan saliendo. Si el debate se descentra no nos hacemos ningún favor a nadie", coincide otro alto cargo europeo que destaca la utilidad del debate pese a que llega en mal momento debido a la falta de gobierno en Alemania.

"No podemos estar pendientes del calendario de cada Estado miembro" aunque "Alemania no es uno más" y hay que contar siempre con Berlín, admite el mismo diplomático. Aún así, en esta ocasión Tusk ha optado por no levantar del todo el pie del acelerador. Las primeras decisiones, este viernes.