El 2019 empezó con un goteo de expedientes de regulación de empleo (ERE) en algunos de los buques insignia de la economía española. Caixabank, Dia, Santander, Vodafone… Con el fantasma de una desaceleración mundial acechando, la cifra de despidos anunciada solo en estas cuatro compañías, a falta de confirmarse la propuesta inicial de la entidad bancaria presidida por Ana Botín y de cerrarse el resto, puede superar las 8.000 personas.

Estos 8.000 puestos extinguidos representan casi la mitad del número de trabajadores despedidos mediante un expediente de regulación de empleo en el 2018. Según los datos del Ministerio de Trabajo fueron 19.957 personas, la cifra más baja en lo que va de siglo. El récord se alcanzó en el 2012, uno de los años de mayor destrucción de empleo tras el estallido de la crisis. Entonces las empresas despidieron, justo el año en el que entró en vigencia la reforma laboral del PP, a un total de 82.876 personas, más de cuatro veces las que sufrieron un ERE en el 2018.

Desde entonces la cifra no ha dejado de descender, acumulando seis ejercicios consecutivos de reducción.

PESE A LOS BENEFICIOS / Marta, nombre ficticio para preservar su anonimato, puede ser una de las afectadas en el ERE de Vodafone, que pese a cerrar el 2018 con beneficios acaba de pactar con los sindicatos el despido colectivo de 1.000 personas. Esta empleada de 54 años describe el ambiente entre la plantilla de «angustioso», ya que aún tardarán tres semanas en saber quién se va a la calle y quién se queda. «Los trabajadores nos hemos esforzado en cumplir con los objetivos y los estándares de calidad que nos pedía la empresa y ellos, que no han ganado tanto como querían, nos lo pagan con despidos», afirma.

Pese al foco mediático que ha concentrado la ola de ERE de este 2019, los expertos consultados descartan que estos sean la antesala de otra gran recesión. «Obedecen más a la reconversión de ciertos sectores», considera Raúl Ramos, vicedecano de la Facultad de Economía de la Universidad de Barcelona. El decano de Economía de la Universidad Pompeu Fabra, Oriol Amat, coincide con el diagnóstico: atribuye los despidos al impacto de la irrupción de las nuevas tecnologías y la industria 4.0 e insiste en que, a pesar de la desaceleración, la economía continuará en la senda de la creación de ocupación, al menos a corto plazo.

Pero no solo a las grandes firmas y en grandes cifras llegan los expedientes de regulación de empleo. También más de una pequeña compañía ha activado los mecanismos de reestructuración de plantilla. Algunos incluso sin tener que recurrir a la fórmula del ERE.

MORAL POR LOS SUELOS / El fenómeno de la deslocalización, además, afecta a España a nivel regional, no solo internacional. En esos casos, la posibilidad de mantener el empleo es mayor, pero implica tener que moverse de ciudad. Paúl Moreno es uno de los 56 empleados de la fábrica de La Antigua Lavandera, en San Adrián del Besós, Barcelona. Los dueños, el grupo Blue Sun, se llevan la producción de lejías que hasta ahora surtían a marcas como Neutrex, Conejo y Estrella a Alcalá de Guadaira (Sevilla). El motivo que han transmitido a los trabajadores son las pérdidas y el aumento del alquiler de la nave. Y la alternativa es irse a Sevilla o aceptar una indemnización de 20 días por año, con un tope de 12 mensualidades, la mínima.

«La moral en la fábrica está por los suelos», explica Moreno, que acaba de coger la baja médica por una contractura en el cuello, fruto de 14 años conduciendo un toro mecánico y agravada por la tensión de las últimas semanas. «Hasta mi hijo de 3 años me lo nota, me pregunta: ‘¿Qué le pasa a papá que está serio?’. ¿Y cómo le explico yo que me voy a quedar en la calle?», cuenta angustiado .

Juli López y el resto de los 43 empleados de la fábrica de Gallina Blanca en San Juan Despí acabaron esta semana una huelga indefinida de siete días, tras cerrar con la compañía un acuerdo para el traslado de la planta a Ballobar (Huesca).

López acaba así una carrera de 23 años en la planta. «Me conozco perfectamente la fábrica, la sopa me corre por las venas», cuenta. Este trabajador, con las condiciones de traslado propuestas por la empresa y con una mujer y dos hijos, ni se plantea irse a Huesca. La experiencia es su principal activo, aunque teme que, a sus 46 años y con el actual mercado laboral, eso sea algo que otras empresas no lleguen a valorar del todo.