Pedro Sánchez salió ayer del hermetismo en el que se ha sumergido para dirigir las negociaciones de la investidura con el objetivo de tranquilizar a los mercados, a Bruselas, y a un mundo empresarial que ha acogido con recelo la formación de una coalición con Pablo Iglesias como vicepresidente. El jefe del Ejecutivo en funciones, ausente de la vida pública desde que anunció el acuerdo con Unidas Podemos, trató de enviar un mensaje de calma y de explicar que, aunque el nuevo Gobierno tendrá un alma progresista, respetará los compromisos de estabilidad presupuestaria y disciplina fiscal que impone la Comisión Europea. Sus palabras, en el VI Congreso de la Empresa Familiar Europea, llegaron poco después de la seria advertencia a España de las autoridades europeas.

Sánchez se mostró esperanzado en que las negociaciones avancen y le permitan superar la investidura para dejar atrás la «crispación» y consolidar una etapa de la tranquilidad en la que el país pueda asumir los riesgos y amenazas que tiene por delante. «La estabilidad presupuestaria y el compromiso con la disciplina fiscal formará parte de los ejes vectores del nuevo Ejecutivo», comprometió Sánchez. Admitió que la incertidumbre surgida tras cuatro elecciones bien puede haber lastrado las expectativas y la confianza de inversores o consumidores, y destacó su apuesta por la estabilidad, la seguridad y el dinamismo de la economía.

Consciente de que para lograr ser investido necesita recabar apoyos de buena parte del arco parlamentario, trató de ponderar su discurso. Por una parte, prometió estabilidad presupuestaria y displina fiscal, con una fuerte apuesta por lo social pero dentro de un orden económico. Y un Gobierno responsable, dijo, «puede tener una prioridad social marcada, pero va a trabajar también dentro de los márgenes financieros que permite la estabilidad económica». «A mayor compromiso social, gestión económica más prospera y rigurosa para hacerlo posible», añadió.

Para alimentar el alma progresista del pacto con Iglesias, abogó por una subida «razonable» de los salarios «sin minar los niveles de competitividad de la economía». Y en una alusión muy ambigüa sobre la reforma laboral, abogó por combinar protección a los trabajadores y flexibilidad en las empresas. «Uno de los principales problemas que tenemos en nuestro mercado laboral tiene que ver, lógicamente con la precariedad laboral y tendremos también que atajarlo», afirmó.

Sánchez prometió hacer posible «una economía de igualdad» con mayor presencia de mujeres en la toma de decisiones y la eliminación de la brecha salarial de género. La igualdad, la transformación digital y la transición ecológica son los tres desafíos a los que se enfrenta España, dijo.

Por último, aseguró que seguirá las recomendaciones de Bruselas. «El Gobierno cuenta con ustedes y desde el Gobierno queremos que también cuenten con nosotros», concluyó.