El G-7 de Biarritz será más importante de lo que pueda parecer para los bolsillos de los consumidores. La tensión económica global en forma de guerra arancelaria no solo puede suponer una ralentización de la economía (Fitch Ratings ha predicho que la ampliación de los aranceles a China puede implicar una rebaja de hasta cuatro décimas en el crecimiento mundial), sino que en otoño y sobre todo en Navidad los consumidores tendrán que hacer frente a una probable subida de precios de algunos productos. Y no solo pasará en EEUU y China.

Donde puede verse rápidamente la afectación es en los productos tecnológicos de gran consumo. Según la asociación de tecnología para consumidores de EEUU, los aranceles están costando ya 1.100 millones de euros al sector, un coste que aún no se ha repercutido totalmente en los precios. Pero los nuevos aranceles de Trump supondrán elevar a 60 euros el coste extra para un móvil de gama alta, 110 euros para un portátil o 50 euros para una consola de última generación. De hecho, Nintendo, Microsoft y Sony ya enviaron una carta a la Oficina del Representante Comercial de EEUU donde se oponían a los aranceles a los productos de origen chino, porque perjudicaría a los consumidores, pondría en peligro las fuentes de empleo y sofocarían la innovación.

En el textil y el calzado también se notará: según otra asociación de consumidores, el 77% de las importaciones de prendas de vestir y zapatos a EEUU provienen de China, por lo que una subida de los aranceles se cargarán directamente en los costes.

Los automóviles pueden correr la misma suerte. Los aranceles a la importación de acero y aluminio y las contrarréplicas globales están suponiendo un aumento de los costes de fabricación. Por ejemplo, el fabricante de motos Harley-Davidson es de los más afectados.

En conjunto, se estima que los aranceles ya impuestos a China le cuestan de media a cada hogar de Estados Unidos una media de 540 euros al año. Con la nueva subida de aranceles, aumentará a 800 euros, según un informe de JPMorgan Chase.