La marca que dirige Elon Musk no está atravesando precisamente su mejor momento. Tesla lleva en el ojo del huracán desde hace varios meses, y no solo por los accidentes de sus coches que parecen reproducirse como una de las plagas de Egipto (el pasado lunes falleció un conductor alemán al incendiarse su Tesla tras chocar). Los retrasos en la producción del Model 3 (su modelo eléctrico de acceso a la gama), los problemas financieros que cuestionan la rentabilidad de la marca y la fuga de directivos ponen en entredicho el entramado industrial de Tesla.

Hace unas semanas, la compañía anunció que en el primer trimestre del año casi había duplicado sus pérdidas, o lo que es lo mismo, 784,6 millones de dólares en tres meses (unos 660 millones de euros). Las acciones de Tesla han arrancado esta semana cayendo nueve dólares y cerrando un 3% por debajo de su nivel de apertura. En casi un año, las acciones de la empresa han pasado de 383,4 dólares (323,9 euros) en su lanzamiento al mercado en junio del 2017 a 291,97 dólares (246,6 euros) del pasado lunes. Algo más de 90 dólares (76 euros) de pérdida en menos de un año.

Para salvar la situación, Musk ha enviado esta misma semana una carta a sus empleados en la que les anuncia una profunda reestructuración para «eliminar los gastos superfluos y acelerar la producción del Model 3». Estos cambios pasan básicamente por reorganizar la estructura directiva prescindiendo de mandos intermedios en los apartados de gestión, y suprimir actividades «no esenciales». Esta reestructuración se producirá en menos de un mes, por lo que la urgencia financiera parece clara. «Trabajaremos para asegurar que Tesla está bien preparada para el futuro», expone Musk en su misiva a los empleados.

Otro elemento que complica el futuro de la marca es la necesidad de mejorar el sistema Auto-Pilot, que está bajo los focos de la actualidad por los accidentes que han acontecido últimamente.