Sonia sujeta a su hijo pequeño, de un año, en brazos, mientras el mayor, de cinco, se entretiene como puede con su prima en la cola del mostrador 409 de la T-1, el habilitado por Vueling para atender a los viajeros con criaturas afectados por los vuelos cancelados («la penitencia para el resto es a partir de aquí», señala sin perder el humor un trabajador de la compañía). No lo sujeta solo para que no se escape -que probablemente también- sino porque no lleva cochecito. «Se lo ha llevado mi marido. Él ya está en Jerez. Se ha ido en coche para llevar todos los trastos. A nosotros nos tienen que meter en algún vuelo a Jerez hoy sí o sí. Lo tengo todo ya allí», señalaba la mujer poco antes de las cinco de la tarde. Su vuelo, cancelado, era el que salía a las 13.05 horas, el mismo que iban a coger Blas y Agustina, quienes a esa hora de la tarde ya tenían claro que sus vacaciones habían acabado allí.

«Llamamos ayer [por el viernes] y nos dijeron que el vuelo no estaba afectado. Hemos venido tres horas antes por si las moscas. Primero nos han cambiado la puerta de embarque cuatrocientas veces, nos han subido en un bus y nos han tenido media hora encerrados en la pista; nos devuelven a tierra y nos dicen que está cancelado. Se nos han quitado las ganas. Lo único que queremos es que nos devuelvan el dinero e irnos a casa. Nos hemos gastado los 54 euros del taxi desde Badalona, pero ya tenemos claro que no viajamos, después de tenernos de puerta en puerta como una pelota y de dejarnos tirados como una colilla», narra muy enfadado el matrimonio. «Dicen que es por las lluvias, pero no nos lo creemos», añaden. No son los únicos.

A esa hora de la tarde, la alternativa que la compañía daba a los afectados por la cancelación de ese vuelo a Jerez era otro el lunes a las seis de la tarde, pero no a Jerez, a Sevilla. Alternativa que les daban al llegar a esas ventanillas después de hacer cola en balde en la oficina de atención al cliente.

Pese a que el ambiente en el resto del aeropuerto era relativamente tranquilo, en ambas colas se notaban los característicos nervios y la no menos característica solidaridad entre viajeros, compartiendo información (o desinformación), experiencias y consejos. Rebeca tenía que regresar a París en el vuelo de las cinco de la tarde y no se enteró de que lo cancelaban hasta que llegó su turno en el check in; Maribel tenía que volver a Palma a las 14.05 y le decían que hasta el domingo a las siete, nada...