Quim Torra completó ayer su jornada de desobediencia plantando al Gobierno en la entrega de las medallas de honor que otorga Foment del Treball, la principal patronal catalana y que tuvo lugar anoche. Estaba previsto que el president encabezara la representación de la Generalitat en la gala; sin embargo, un enfrentamiento protocolario hizo que finalmente delegara en su vicepresidente, Pere Aragonès. Torra renunció a acudir a la cita tras acusar al Gobierno español de «invocar una cláusula en la delegación del presidente en funciones, Pedro Sánchez, para imponer» que la ministra de Economía, Nadia Calviño, «pasara por delante protocolariamente» del jefe del Ejecutivo catalán. El president escenificó así de nuevo por la noche su alejamiento absoluto de las instituciones españolas. Con todos los ojos puestos en ella, la ministra fue clara durante su discurso e insistió en los dos argumentos principales con los que el PSOE trata de presionar a los independentistas: que la «estabilidad» es fundamental y que todos los partidos de «progreso», incluso los soberanistas, deben «asumir su responsabilidad cuanto antes» en las negociaciones de la investidura. También insistió en la premisa de que los socialistas plantean un «diálogo dentro de la ley». La ministra Calviño estuvo acompañada por otras dos miembros del Ejecutivo en funciones de Sánchez: María Jesús Montero (Hacienda) y Margarita Robles (Defensa). «Es hora ya, sin más dilación, de gobernar», le pidió ayer el presidente de Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre. Pidió un Gobierno que «mime» al empresariado y al tejido de autónomos. Llibre pidió al PSOE «no dar marcha atrás» en cuestiones como las últimas reformas laborales o caer en políticas fiscales que no sirvan «simplemente» para «cuadrar las cuentas del Estado». «Más presión fiscal sería un error», añadió. Dos elementos que desde ciertos sectores del PSOE han defendido y de manera más explícita desde Unidas Podemos.