Con gafas de realidad virtual, o aumentada, y sin emitir CO2, el turismo encara su gran transformación. Las ciudades se reinventan. Las que están más llenas como Mallorca o Barcelona recurren a vetos como el turismo de borrachera o los pisos turísticos para desinflarse, mientras la España vaciada pide a gritos un impulso para acabar con la despoblación. Los hoteles y compañías aéreas apuestan por la sostenibilidad y la digitalización. Y el Gobierno parece decidido a dar el pistoletazo de salida a la reconversión del turismo español.

En 2019 se cosechó el séptimo récord turístico consecutivo al rozar los 84 millones de llegadas. A falta de conocer los datos definitivos que debe publicar el INE el 3 de febrero, el crecimiento este año del turismo estará en el entorno del 1%, sin embargo, huele a ralentización, después de ocho años de crecimientos disparatados con tasas entre el 5% y el 10%. Y la pregunta parece clara, «¿qué será del turismo español en las próximas décadas?».

El formulador de la misma fue el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado viernes durante una intervención en su visita a la 40ª edición de la feria turística Fitur. La solución pasa por la transformación del modelo turístico para reducir la enorme dependencia del producto más típico español, el sol y playa, a través de la diversificación de los mercados y la desestacionalización del consumo.

RECONVERSIÓN // Uno de los desafíos pasa por impulsar la España Vaciada con la conversión de las zonas menos habitadas en destinos turísticos. Ejemplo de ello presentado en Fitur fue El Camino de la Vera Cruz, de 900 kilómetros y 82 municipios desde Puente la Reina (Navarra) hasta Caravaca de la Cruz (Murcia).

Unos por mucho y otros por poco. El boom turístico entre el 2010 y el 2018 provocó la saturación de destinos de costa que ahora luchan por la convivencia entre turistas y residentes. Es el caso de Palma de Mallorca, con 420.000 habitantes y más de 9 millones de turistas. «Regulamos el alquiler turístico y la apertura hotelera. Ahora afrontamos regular el turismo de cruceros», explicó su alcalde, José Hila, durante el Foro Exceltur.

El espejo de España podría ser Ámsterdam, que decidió poner punto y final a la masiva entrada de turistas al dejar la promoción para enseñar al turista a ser más respetuoso con la ciudad. La oficina de turismo deja los lugares típicos para impulsar las áreas metropolitanas. ¿Una medida? Eliminar el mítico letrero Iamsterdam de la entrada del Rijksmuseum y hacerlo itinerante.

Los Torremolinos, Torrevieja y Benalmádena que vivieron el boom en los años 60 ahora piden a gritos una modernización para sobrevivir. Aquí el ejemplo es Magaluf, una zona en la que Meliá decidió transformar en una zona de lujo. O Torremolinos que se sirve de ayuda de los turistas que van a Málaga.

RETOS // Pero además de las ciudades, el cambio también está en las empresas y en el interés de los propios turistas. La digitalización es uno de los desafíos. Cada vez será más habitual realizar el check-in por reconocimiento facial o voz con el smartphone, ser atendido en un hotel por robots o complementar la experiencia en destino con realidad virtual.

El otro reto es el cambio climático. El ejemplo más drástico es el movimiento vergüenza a volar que se inició en el norte de Europa. Las aerolíneas le hacen frente compensando las emisiones de CO2, apostando por aviones menos contaminantes. Todavía nadie -o muy poca gente- cambia de planes porque un destino sea más sostenible que otro, pero lo hará en cinco o diez años. Igual que la seguridad y las infraestructuras hacen del turismo español un referente, la sostenibilidad es un nuevo eje.

Una «oportunidad» de futuro, según la consejera de Turespaña en Estocolmo, Mónica Fernández. «Hoy quizás no es un argumento de ventas, pero será una desventaja en el futuro», coinciden desde Iberostar. La apuesta hotelera pasa por no consumir plásticos de un solo uso, tener proveedores de destino locales y una construcción eficiente.