Ya estamos en campaña. Será más crispada que otras, muy relevante para el futuro, extraña porque una parte coincide con las vacaciones de Semana Santa y decisiva porque el 45% de los que quieren votar todavía no han decidido su voto.

El primer dato es que -según casi todas las encuestas-- los partidos (PP y Cs) que más se desgañitaron pidiendo elecciones pueden perderlas. Pero el 45% de indecisos indica que quedan muchas incógnitas. La primera es si se confirma la victoria clara del PSOE (130 escaños) que le dan las últimas encuestas. Y si es así, cómo logrará la investidura. ¿Con la misma mayoría de la moción de censura, incluyendo a los independentistas, lo que no garantizaría una gran estabilidad? ¿Le bastará el apoyo de Podemos y el PNV como dicen algunos sondeos? ¿Habrá al final un pacto PSOE-Cs que Albert Rivera dice que «nunca jamás»?

Sea como sea el PSOE parece ganador porque su campaña de corregir las desigualdades agravadas por la crisis -salario mínimo, pensiones en función del IPC, beneficios sociales- sintonizan más con la opinión pública que la de sus contrincantes y porque en un momento de crecimiento y reducción del déficit público (por debajo del 3%) el discurso suena no solo bien y justo sino posible.

La derecha empezó su carrera electoral en Andalucía -quizá mal- con el pacto expreso o tácito de las tres derechas para echar al PSOE como la gran y casi única prioridad. La clave es si las tres derechas llegarán a los 175 diputados de la mayoría absoluta. Las primeras encuestas dijeron que sí y las actuales -casi todas- que no. La del Grupo Zeta les da un máximo de 160 escaños y el último tracking de El Confidencial.es los deja en 151. En ambos casos fracasarían porque no podrían encontrar un cuarto socio.

Casado legitimó a Vox

¿A qué se debería este fracaso? Con sus críticas a la moderación de Mariano Rajoy, su pacto en Andalucía y el ir juntos a la plaza de Colón para «salvar España», Pablo Casado legitimó a Vox como partido solvente. Y a partir de aquí el PP ha tenido que compartir el voto de la derecha no solo con otro (Cs) como en el 2015 y 2016, sino entre tres. Y el mismo número de votos dividido entre tres partidos da menos diputados por la ley electoral.

Así la circunscripción provincial que siempre favorecía al PP ahora beneficia al PSOE. Además, el discurso casi único de las tres derechas -155 para Cataluña y bajada de impuestos- tiñe al PP y a Ciudadanos (algo menos) de radicalismo y les aleja del centro. En la derecha la vaca gorda (el PP de Casado) se desangra, más que con Rajoy, a favor de Ciudadanos que crece y de Vox que pasa de 0 a más de una veintena de diputados.

La tercera incógnita es el independentismo. Si como dicen las encuestas baja -pese al juicio del Tribunal Supremo- del 47% de las autonómicas del 2017 al 39-40%, quedará claro que no representa a Cataluña.

Y si porque gana la derecha, o porque el PSOE suma con Ciudadanos, o le bastan Podemos y el PNV, no es necesario en la nueva mayoría, habrá demostrado su total estulticia al votar contra los Presupuestos de Pedro Sánchez.