Al sexto día de campaña, Mariano Rajoy se lanzó a la caza del voto rural y el de las personas de más edad, sectores tradicionalmente afines al PP pero que el partido conservador necesita afianzar si quiere consolidar y ampliar la leve ventaja que le otorgan los sondeos. Si en diciembre una de las imágenes de la campaña fue la del presidente del Gobierno jugando con unos jubilados al dominó, este miércoles Rajoy, rodeado de alcachofas en una plantación navarra, declaró su “pleno apoyo” al mundo rural, dijo sentirse “emocionado” del empuje en el exterior de la industria agroalimentaria y confesó que le gustaría “vivir en el campo”.

Asimismo, aprovechó para atacar el fracasado pacto de investidura entre el PSOE y Ciudadanos que proponía suprimir las diputaciones. El PP ha hecho de su defensa y del mantenimiento de los ayuntamientos en aldeas, que Albert Rivera quiere fusionar, uno de sus caballos de batalla con campañas como ‘Mi pueblo no se cierra’. Y este miércoles Rajoy reiteró que las diputaciones siguen siendo necesarias para garantizar que los pequeños municipios tengan los mismos servicios que el resto.

Con este discurso y menciones a lo largo de la campaña a valores tradicionales del PP como la familia o la religión católica, que también han tenido sitio pese a la querencia de Rajoy hacia la economía, los conservadores buscan consolidar el apoyo de su votante tradicional y afincado especialmente en el mundo rural, frente el empuje de sus principales competidores en el ámbito urbano. El jueves el presidente en funciones incidirá en esta estrategia con una visita a una explotación ganadera en Asturias y no será la última vez que recale en pueblos y busque el contacto con sus habitantes.

LOS OBJETIVOS

El equipo de campaña del PP ha diseñado “minuciosamente” los actos y el recorrido de Rajoy, que combina mítines en grandes ciudades con visitas a entornos más pequeños y sectoriales, así como de apariciones televisivas, con una doble intención: además de amarrar al votante conservador, seducir a buena parte de los tres millones de electores defraudados con el Gobierno que en diciembre se quedaron en casa u optaron por Ciudadanos, y en menor medida, por el PSOE. Para ello, se apela al miedo a Podemos y se exhibe la veteranía y experiencia de Rajoy como una virtud frente a los ‘novatos’ de sus competidores.

Dado que la unión de Podemos e Izquierda Unida ha cambiado el tablero de juego, el PP está centrando sus esfuerzos en una veintena medianas y pequeñas provincias donde el último escaño se decidirá por pocos votos. Es la llamada “batalla por los restos” que se resolverá en provincias como Teruel, Ciudad Real o Lleida, donde por 2.000 votos el PP perdió un diputado que ahora quiere recuperar y de ahí que haya programado una visita de Rajoy el domingo.

La consigna es echar el resto para arañar cualquier escaño que amplíe la exigua mayoría de 123 diputados conseguidos en diciembre y partir así con mayor legitimidad a la hora de tratar de que otros no bloqueen su intento de retener el poder. A este respeto y ante el debate abierto tras la reflexión del socialista Jordi Sevilla de dejar paso a quien tenga más respaldo parlamentario, Rajoy repitió este miércoles su deseo de que se permita gobernar a la lista más votada, aunque no haya acuerdo. "Que se respete la voluntad de la gente", reclamó.