Hace un mes, el PP empezó a preparar esta campaña electoral, que oficialmente ha durado solo una semana, con mucho optimismo. Las encuestas le daban en torno a los 100 escaños, una recuperación rapidísima después del hundimiento de abril (66 diputados), y Pablo Casado había conseguido rescatar y pulir su imagen tras abandonar el histrionismo de su primera etapa al frente del partido. Sin embargo, ahora, cuando quedan 48 horas para votar, el principal objetivo de Casado es que Vox quede 30 escaños por debajo del PP.

Según los datos que manejan en la sede de Génova, Casado rondará los 85 escaños, la derecha no sumará y el partido de Santiago Abascal, que ahora tiene 24 parlamentarios, puede multiplicar por más de dos ese número. Dirigentes populares consultados por este diario esperan que Vox no pise los talones al PP en número de diputados, para que Casado se vea claramente como «la alternativa» al PSOE, toda vez que Ciudadanos, señalan, se desmorona sin llegar a 20 asientos. Otro temor, añaden, es que la formación ultra capitalice el voto de los naranjas y les gane en Murcia y algunas provincias de Andalucía, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Cataluña.

La preocupación empezó el 25 de octubre, cuando comprobaron en sus encuestas internas que su línea ascendente en intención de voto había remitido. En cambio, Vox seguía subiendo. El día anterior había sido la exhumación de Franco, un asunto que, junto a los disturbios en las calles catalanas por la sentencia de los dirigentes del procés, que se hizo pública el 14, ha beneficiado al partido de Santiago Abascal.

EL DEBATE DEL LUNES / A partir de ese momento, los mensajes que salieron de la cúpula del PP dejaron ver su nerviosismo. El lunes 28, fuentes de la dirección llegaron a decir que hay un «pacto» entre Vox y el PSOE. Pedro Sánchez, aseguraron esas fuentes, estaba «inflando» esos dos temas de actualidad para dar «protagonismo» a Abascal y tratar de frenar el crecimiento del PP. El miércoles 30, Casado insinuó que la Generalitat está detrás del material explosivo que tenían los miembros encarcelados de los CDR y acabó el domingo acusando a Sánchez de intentar sacar rédito de los «episodios violentos» en Barcelona.

Esta semana no empezó mejor para los conservadores. Abascal colocó con buen tono y mensajes claros su mensaje radical en horario de máxima audiencia en el debate televisivo en el que ninguno de sus contricantes (salvo Pablo Iglesias sobre la amenaza de ETA) le refutó sus mentiras y propuestas anticonstitucionales. Ese despegue de Vox, aseguran varios dirigentes del PP en privado, puede continuar hasta el último minuto que estén abiertas las urnas el domingo, si hay algaradas el fin de semana y se impide el derecho a votar.

Varios dirigentes del comité de dirección del PP, bajo condición de anonimato, defienden la posibilidad de apoyar una hipotética investidura de Sánchez a cambio de una serie de condiciones, entre las que citan los impuestos, las pensiones, el modelo de financiación autonómica y, sobre todo, líneas rojas ante el independentismo catalán. Consideran que se debería hacer «por sentido de Estado» y para impedir «unas terceras elecciones» en las que Vox podría crecer todavía más. Aunque hay algún fontanero del núcleo duro de Casado que es incluso más pesimista y señala la posibilidad de que ni siquiera con la abstención del PP esa investidura fuera posible y se requiriera a algún partido más. Una situación de difícil gobernabilidad.