Después de unos días en los que había dejado a su mentor, José María Aznar, las críticas más directas a Vox y Ciudadanos, Pablo Casado aprovechó ayer su paso por Valladolid, una de esas provincias en las que pretendía que los ultras no se presentaran, para lanzar unas pullas a sus rivales. La posición del líder del PP es delicada. Con suerte, si suman en las urnas, el 29 de abril tendrá que hablar con Santiago Abascal y Albert Rivera para formar Gobierno. «Tendrá que atacarles, pero con suavidad», admitía hace unos días un miembro de la cúpula del partido. Y eso hizo Casado en la ciudad castellana.

En la plaza frente a la iglesia de San Pablo, el candidato del PP avisó a los que dudan sobre a quién votar que se lo piensen bien. «No hay segunda vuelta, no hay un libro de reclamaciones. A lo mejor alguno dice: ‘Oye, que me di el gustazo y voté a alguien que vino por aquí. Y, en efecto, no tenía nada, no había gestionado nada, no tenía equipo, no eran más que tránsfugas, personas que acaban de llegar. No era más que alguien que vendía humo y nos hemos dado de bruces con la realidad’», exclamó ante unas dos mil personas llegadas en autobuses desde varias ciudades de la comunidad. El músculo del PP no es el que era.

Cuidado con qué papeleta se escoge, continuó, porque no se podrá volver a votar en «cuatro años». Una afirmación que no es del todo cierta ya. Los españoles han sido llamados a las urnas para elegir el Congreso de los Diputados tres veces en menos de cuatro años. Casado pidió «concentrar esfuerzos» en la candidatura popular, que en Valladolid encabeza la exministra Isabel García Tejerina, un ejemplo más, en su opinión, de que su partido presenta a aspirantes con experiencia de gestión.

En Valladolid, donde se disputan cinco escaños, el último CIS señala que el PP perdería uno de los dos diputados que tiene y entraría Vox con un parlamentario. El PSOE subiría de uno a dos, Unidos Podemos se quedaría sin el que ostenta y Ciudadanos mantendría el parlamentario obtenido en 2015.

El candidato a la Moncloa se burló del holograma que utilizó Albert Rivera la noche del arranque de campaña y le pidió que no se equivoque de «adversario». «El adversario es Sánchez. Qué nervios», soltó antes de quejarse que el catalán le achaque falta de energía. «¡Pero si llevamos siete veces más actos que ellos! ¡Estos de la nueva política...!», añadió.

Pese a este rapapolvo a Ciudadanos y Vox, Casado también mantuvo en su discurso las críticas a Pedro Sánchez. El político popular repitió el riesgo de que el socialista «venda España a trozos y a plazos con tal de seguir en la poltrona». En su alocución, ridiculizó el futuro Ejecutivo que podría formar el actual presidente y aventuró que podría acabar entregando a Pablo Iglesias el Ministerio del Interior; a Quim Torra, Administraciones Territoriales; a Carles Puigdemont, Exteriores y a Arnaldo Otegi, Justicia.

«Dejar a Sánchez en la Moncloa es dejar al zorro al cuidado de las gallinas», aseguró antes de abandonar Valladolid para visitar una granja en Meneses de Campos (Palencia), donde vio gallinas y cogió corderos. Fue un día completo. El día había empezado con un desayuno-mitin con dirigentes del PP de Burgos, continuó en la ciudad castellana, después las cuadras con los animales, una breve alocución en la Muralla de Ávila con Adolfo Suárez Illana y una procesión. El candidato popular salió, como otros años, vestido de nazareno. Túnica y capirote morados, guantes y zapatos negros y cíngulo amarillo y azul. Y la Biblia en la mano, era la Procesión de los Estudiantes. El chiste que se podría hacer con su máster parece del siglo anterior. Si viajar alarga la vida, seguir la campaña de Casado debe de tener algo de eso también.