La poco disimulada euforia que se vivió el domingo en la sede socialista de la valenciana calle de Blanqueries estaba más que justificada. El PSPV ganó unas elecciones en la Comunitat prácticamente tres décadas después y tras estar en muchos comicios resignado a mantener la segunda posición, siempre a la sombra del PPCV. Y ese triunfo electoral no solo asegura un segundo gobierno de izquierdas en la Comunitat: permite construir un nuevo Botànic, distinto del anterior y con «matices» y «tonalidades» distintas, como se encargó de poner sobre la mesa ayer un Ximo Puig que completará ocho años como presidente.

Las diferencias entre el ejecutivo que nació de la dura negociación del 2015 entre PSPV y Compromís y el que saldrá de las elecciones del 28-A se explican sobre todo por dos cuestiones. La primera es que los socialistas, que suben de 23 a 27 diputados y obtienen 120.000 votos más, se convierten en la fuerza hegemónica y Puig podrá diseñar un gobierno a su medida, con un nuevo reparto de conselleries que no tendrá por qué ser equitativo ni cumplir con el mestizaje que fue santo y seña de un primer Botànic en el que las fuerzas estaban mucho más igualadas. Pese a ello, el morellano estuvo ayer comedido al afirmar que será clave «gestionar la diversidad» y que lo «lógico» es que Oltra repita como vicepresidenta.

El segundo matiz es que Unides Podem-EUPV ha dicho por activa y por pasiva que quiere entrar en el Consell y ni socialistas ni Compromís se han manifestado en contra. Eso sí, sus resultados electorales --perdieron cinco escaños al pasar de 13 a 8 y 175.000 votos comparado con el 2015, cuando por separado obtuvieron un total de 389.000 apoyos-- no les permitirán demasiados alardes negociadores. En resumen, y volviendo a Puig, en las próximas semanas habrá que encajar nuevas piezas en la búsqueda de una fórmula para «avanzar más».

UN ‘BOTÀNIC’ MÁS JUSTO // Otra novedad es que la mayoría del Botànic es, con 52 escaños, más justa que en los anteriores comicios, cuando la izquierda sumó 55 diputados. La diferencia en votos también se estrecha, pues los 40.000 apoyos que separan al bloque progresista del conservador el domingo son muy inferiores a la severa derrota que la izquierda infundió a PP y Ciudadanos el 2015, al superarles por 270.000 sufragios.

Esa fragilidad se podría ver compensada porque, como remarcó Puig, la próxima legislatura «confluirán» en España y la Comunitat dos gobiernos liderados por el PSOE, lo que debería servir para resolver «problemas históricos» de la autonomía.