El PP perdió ayer las elecciones generales con un resultado desastroso para un partido que desde que se refundó, en 1989, se había movido cómodamente por encima de los 100 escaños. Pablo Casado erró en la principal estrategia que puso en marcha desde que, en julio, asumió la presidencia del partido: las urnas le han dicho que se equivocó con la radicalización de sus propuestas y con su tono en su obsesión por «reenamorar» al votante de Vox.

Pero el fracaso del PP, perdiendo la mitad de sus 137 diputados y casi cuatro millones de votos, no es solo atribuible a un presidente. Este domingo por la noche también perdió otro: José María Aznar, mentor de Casado y padre espiritual de ese nuevo PP.

Es la segunda vez que Aznar cae derrotado en unas generales con candidato interpuesto. Tuvo parte de responsabilidad en el 2004, cuando su gestión del atentado del 11-M la acabó pagando Mariano Rajoy, y ahora, con Casado, al que recomendó integrar en su equipo a numerosos aznaristas, desde su jefe de gabinete hasta candidatos en puestos destacados.

La primera reacción en la sede del PP fue la de culpar de manera poco disimulada a los «electores» por no haber seguido la máxima del candidato a la Moncloa de «concentrar» el voto en sus siglas y haber preferido las de Ciudadanos para «refugiarse de Vox». Cuando salió Casado ante la prensa, a medianoche, volvió a lamentar esa «división» de las derechas después de admitir que el resultado «ha sido muy malo». Minutos antes fuentes del partido se adelantaron a descartar la dimisión del líder conservador y recordar que ni Aznar ni Rajoy ganaron a la primera.

EL 26 DE MAYO Y FEIJÓO / Las elecciones municipales, autonómicas y europeas se celebrarán el próximo 26 de mayo y en la cúpula dan por hecho que esta semana ya se activará el modo precampaña y habrá que «superar el bajón y seguir remando». «A nadie le interesa una crisis ahora», afirma un miembro de la dirección. Otra cosa será en junio.

Las miradas se vuelven, otra vez, hacia Galicia. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, no quiso dar el paso al frente el pasado verano, cuando el PP se vio desnortado tras el adiós de Rajoy por la moción de censura. Pero entonces Feijóo vio que tenía competidores (entre otros, Casado y Soraya Sáenz de Santamaría) y que tenía que pelear. Ahora llegaría a Madrid como siempre había querido: por abrumadora aclamación.

El proceso de radicalización del PP se ha vivido en silencio por algunos dirigentes territoriales y diputados, pero ahora, al ver el resultado de esa apuesta tan arriesgada, no dudarán en tratar de volver a hacer del partido un proyecto transversal, sin descuidar el centro y sin obsesionarse por la ultraderecha. Cuando estas semanas se le planteaba a Casado por qué había ido tan lejos, aseguraba que si no lo hacía, en vez de caer por debajo de los 100, se hundiría «a 30 escaños».

La crisis que se vuelve a abrir en el partido es grave. De 7,9 millones de votos ha pasado a tener 4,1, casi la mitad. Ha perdido feudos clásicos en los que ha sido superado por el PSOE, como Galicia, Castilla y León, Murcia y la Comunidad de Madrid, y ha desaparecido totalmente del País Vasco (de 2 diputados a 0) y casi de Cataluña (de 6 a 1). No ha logrado revalidar su escaño por Álava ni Javier Maroto, vicesecretario de Organización y responsable de la campaña electoral. Y en Andalucía, donde Juanma Moreno (PP) consiguió la presidencia con el apoyo de Vox, con una alianza que Casado aspiraba a reeditar en el Ejecutivo central, los populares han perdido la mitad de las papeletas y se han visto superados por Ciudadanos.