En realidad, la campaña no ha acabado. Siendo elecciones distintas, uno tiene la sensación de que las del 28-A y, ahora, las municipales, autonómicas y europeas son un mismo proceso. El 26-M es una proyección de aquellas, con las luces algo más largas en el socialismo y cortas, de espanto, o apagadas, en las derechas, salvo Ciudadanos, que sigue en su laberinto de agitación.

Hoy escribo contaminado. Primero, por los resultados recién conocidos de la encuesta del CIS; segundo, por la polémica desatada tras la propuesta de Miquel Iceta para presidir el Senado.

Los expertos afirman que la encuesta del CIS está contaminada por el momento en el que se realizó el trabajo de campo. Es posible, pero es difícil encontrar, hoy, un campo no contaminado, si no minado, por el tiempo eterno electoral.

Dicen que el PSOE sube en las ciudades más importantes y en buena parte de las comunidades autónomas, y que toca repliegue de las derechas. Veremos, pero, si se confirman los pronósticos, el mapa resultante puede constituirse en un espacio político propicio para iniciar, tal vez, una segunda transición.

La España de las ciudades: Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla..., en manos de mayorías estables, que representen su pluralismo, son un vector importante para esto. El gobierno compartido en muchas comunidades, sobre todo en Madrid, si pierde la derecha más intolerante, Pepito Grillo de la conciencia centralista, también.

En esa clave entiendo la propuesta de Miquel Iceta para presidir el Senado, la cámara de representación territorial, promesa constitucional nunca cumplida. No solo es un nombramiento simbólico, que lo es; tendrá mayoría absoluta, situación inmejorable para ir construyendo un futuro más fresco, dialogante, sin la amenaza ya de una extrema derecha neofranquista y una derecha filibustera. Soy optimista, se trata de transitar hacia adelante, no una regresión, conjurada, a la España más gris y carpetovetónica.

Si Iceta es el próximo presidente del Senado, será una buena palanca para el reformismo institucional. Si no, en el intento socialista se habrán allanado nuevos caminos para un mayor apoyo a las teorías más dialogantes, alejadas de la crispación y de las intransigencias.

Los resultados previstos para las europeas no son menos relevantes. La crisis del brexit y la amenaza de la ultraderecha en la UE dibujan un escenario constituyente, también resistente, frente a los enemigos de la unión política europea. Una alianza progresista en Bruselas es la mejor vía para una Europa social que presione y dinamice en el mismo sentido a aquellos estados miembros que, gobernados por europeístas y progresistas, sean capaces de liderar una Europea renacida.

No es posible un nuevo Schuman, es irrepetible, pero los ciudadanos sí pueden, con la fuerza de su participación, empoderar a las fuerzas que hagan de Europa un lugar mejor para vivir donde los liberticidas y la insolidaridad no tengan cabida.