El despegue de Vox va a marcar la recta final de la campaña, un pulso que se detecta aún en la penumbra en que deja el secuestro de las encuestas. La eficiencia exhibida por Santiago Abascal, según los expertos, para movilizar a su electorado potencial en el debate, obliga ahora al resto de partidos a reaccionar ante un adversario que ha crecido porque parece despertar menos miedo, a pesar de que conserva íntegro su ideario ultra.

El entorno de Abascal es consciente de que el independentismo abonó su surgimiento y de que los acuerdos con PP y Cs los que le han permitido institucionalizarse después. Con esa radiografía, el presidente de Vox acudió un debate que llevaba estudiado al milímetro -preparación que choca con su desconocimiento de las cifras del paro cuando fue preguntado ayer-, apoyado en la intuición de que sus socios de primavera en la plaza de Colón poco podrían hacer por desactivarle ahora, en plena crisis catalana.

Aunque no partía como el mejor orador del debate, usó un lenguaje directo, con mensajes sencillos, en los que mezcló clichés, mentiras, e incluso propuestas anticonstitucionales. Lo hizo con contundencia, pero sin agresividad corporal o verbal y sin ser frenado por sus adversarios, a pesar de las falsedades que lanzó en materias como seguridad o inmigración.

Unas horas después del enfrentamiento televisivo, el avance de la ultraderecha es el nuevo campo de batalla de unos socialistas muy nerviosos ante la posibilidad de empeorar los resultados de abril.

Pedro Sánchez responsabiliza a PP y Cs de alimentar el monstruo, en la esperanza de resucitar el temor que activó a la izquierda en las pasadas generales. La derecha, que mantiene pactos autonómicos y municipales con Vox, mira hacia otro lado. Pablo Casado, en su apuesta por ganarse la imagen de presidenciable, rehúye el encontronazo con Abascal, aún a sabiendas de que eso implica renunciar a taponar la fuga de conservadores hacia Vox. Albert Rivera no ha hecho creíble la remontada a la que apelaba. Y Pablo Iglesias critica que los extremistas hayan espoleado a PSOE, PP y Cs hacia una competición por el autoritarismo.

El PSOE colocó a Vox en el centro de sus mítines tras el debate. Fuentes socialistas reconocen que Abascal no despierta el nivel de miedo que generó hace meses: ya no es nuevo, lleva un tiempo en las instituciones y la derecha le ha dado carta de naturaleza al pactar con él. Aún así, sostienen, su auge puede acabar por movilizar a una parte del electorado progresista que sigue anclado en la abstención. El miedo a Vox ya no es una bala de oro para activar a los votantes del PSOE, pero algo puede mover y tampoco va a haber nuevos hitos de campaña a los que fiar la suerte.

Desde este análisis, Sánchez arremetió ayer contra PP y Cs en sus mítines, y acusó a la derecha de «callar» «achantada» por una «ultraderecha envalentonada» contra la que Casado y Rivera «no alzaron la voz».

Más allá de Vox, el entorno socialista explica que Sánchez trató de contentar a sus votantes a la izquierda con el anuncio de la disolución de la Fundación Francisco Franco y de agradar a su electorado más centrista con la propuesta para reformar el código penal con el objeto de que la convocatoria de un referéndum ilegal pueda volver a ser considerada delito.

El presidente del PP tuvo que elegir entre chocar con Abascal para intentar sellar la fuga de votantes conservadores que se van al partido ultra o recoger al electorado que deja huérfano el derrumbe de Cs, a los que solo puede llegar con una imagen presidencialista, basada en la moderación. Escogió la segunda. Tácticamente, esa opción le puede dar escaños en provincias de la España vaciada que Rivera se llevó en abril por escaso porcentaje de voto y que ahora pueden caer del lado del PP, o del PSOE si Sánchez resiste algo mejor de lo que le auguran las encuestas.

Con esta lógica, tras el debate Casado insistió en que el voto útil para un cambio en el Gobierno es él, no Rivera o Abascal, pero focalizó sus críticas en el candidato socialista. Le acusó de no confirmar si gobernará de la mano de los partidos independentistas. «No hay nada más patriótico en España que echar a Sánchez», aseveró. Rivera, muy desdibujado en un debate al que llegó a la desesperada, sigue defendiendo que el único partido que puede cambiar la situación es Cs, a pesar de la debacle que le auguran los sondeos.

Unidas Podemos criticó que el auge de Vox acabe provocando una competición entre PSOE, PP y Cs por ver «quién hace una vuelta al autoritarismo más fuerte», en palabras de su portavoz, Irene Montero.