Nos han colado un gol por toda la escuadra; y algunos sin interesarse. Algunos de los eurodiputados españoles, afortunadamente no los de la Comunitat, con su voto a favor (PP e independientes ex UPyD) o la abstención (PSOE) han bendecido el acuerdo comercial de la UE con Sudáfrica. Con su pasividad o inacción han permitido ampliar hasta el 30 de noviembre el período para que entren naranjas procedentes de Sudáfrica en los mercados comunitarios y que los aranceles disminuyan progresivamente hasta su total desaparición, dentro de unos nueve años.

Más facilidades, imposible. No entiendo que la UE legisle en contra de los intereses de sus ciudadanos y a favor de las grandes empresas que importan y exportan de allá y aquí. No entiendo estar en una UE en la que nos incorporamos con una preferencia comunitaria de las producciones y ahora hay una preferencia foránea. La decisión es una auténtica irresponsabilidad económica y sanitaria porque pone en peligro nuestras explotaciones citrícolas, ya que Sudáfrica no está exenta de plagas devastadoras, como la mancha negra, y ya sabemos que la UE no es un ejemplo modélico de control de las mismas en frontera. La campaña citrícola actual tiene una producción normal en relación a la media de las últimas porque la última fue algo excepcional que no se debe tener en cuenta. Pero las cosas no han comenzado bien, pues los precios son un 17% inferiores a los de las mismas fechas de la campaña anterior. Si ya no funcionan bien, no quiero ni imaginar cuando tengamos la competencia directa sudafricana en variedades de naranjas como la Navelina, que también repercutirían de forma indirecta en el resto de mandarinas.

Lo cierto es que a perro flaco todo son pulgas; si no pregunten a los citricultores cómo les han aumentado los costes de producción. La sequía que arrastramos ha provocado un aumento del número de riegos, de los costes energéticos, de los trabajos de aclarado y de los tratamientos fitosanitarios para evitar la proliferación de plagas. La cosa no pinta bien y nadie más que nosotros deseamos que se enderece, pero no hay casi operaciones de compraventa. Los compradores ponen mil excusas para no comprar. Nos tememos que cuando alguien dé la orden, salgan a comprar a precios muy bajos, jugando así con el miedo del agricultor a que la fruta se quede en el árbol. Confiemos en que alguien obre un milagro; de lo contrario, me temo que los citricultores castellonenses tendremos una nueva campaña citrícola negativa. H