El próximo día 25 de marzo celebramos la fiesta de la Anunciación del Señor, el acontecimiento cuando el ángel Gabriel trasladó a la Virgen María que era la agraciada y elegida por Dios para ser la madre de su Hijo. Gracias al fiat (hágase) incondicional de María al amor de Dios, Jesús, el hijo de Dios, se encarnó en su seno virginal y comenzó su vida humana. Por ello, en este día también la Jornada por la vida, que nos llama a acoger y cuidar con amor toda vida humana.

En la Encarnación se revela a la humanidad que Dios es amor, un amor personal e incondicional por todo ser humano hasta el punto de entregar a su propio hijo por amor al mundo (cf. Jn 3,16). La fe cristiana nos descubre el valor incomparable de toda vida humana y nos abre la puerta a la esperanza de la Vida verdadera. Jesucristo nos revela, en efecto, el misterio del hombre y de la mujer: todo ser humano es creado y llamado a la vida por Dios por amor y está destinado a la Vida plena y eterna en el amor y la gloria de Dios.

Reconocer la dignidad de una vida es empeñarse en conducirla a su plenitud que está en vivir una alianza de amor. Hemos de esmerarnos especialmente con los más necesitados por tener una vida más vulnerable, débil o marginada. Esta jornada llama a todos los cristianos y personas de buena voluntad a implicarnos por crear una cultura de la vida en la que toda vida humana sea acogida con amor, gratitud y alegría frente a una mentalidad anticoncepcionista y antinatalista; una cultura en la que toda vida humana sea respetada desde su concepción hasta su muerte natural frente a una mentalidad abortista y eutanásica; y una cultura en la que la vida humana sea cuidada en todo momento. Trabajemos para que se recupere entre nosotros el sentido de la maternidad, como el gran don de Dios a la mujer, que la dignifica, y como un servicio impagable e impagado a la sociedad.

*Obispo de Segorbe-Castellón