La Encuesta sobre Uso de Drogas en Estudiantes de Enseñanzas Secundarias (ESTUDES) 2014-2015, elaborada por la Delegación del Gobierno del Plan Nacional sobre Drogas, afirma que el 78,9% de los estudiantes entre 14 y 18 años han probado el alcohol. De ellos el 78,6% lo han consumido en el último año, y, el 68,2% el último mes siendo las chicas las que se emborrachan es mayor proporción que los chicos. 1 de cada 3 adolescentes en los últimos 30 días han consumido el alcohol en forma de atracón (binge drinking).

La adolescencia es un periodo de búsqueda de la identidad, son vulnerables al entorno, a la adquisición de nuevos hábitos y sensaciones, y con ello, a las conductas de riesgo. Es aquí cuando se comienza a beber. Muchos beben alcohol para encajar, socializarse, buscar sensaciones, crear vinculación grupal (diversión grupal), para superar la ansiedad y el dolor, para desinhibirse y superar la vergüenza, buscando cada noche “ponerse en el punto”.

El alcohol lo perciben de forma positiva, comparten la experiencia con sus iguales, se sienten alegres, simpáticos, desinhibidos, habladores… Socialmente el consumo es aceptado, habitual y divulgado por los medios de comunicación diariamente. Todas las consecuencias negativas del consumo del alcohol las externalizan, creyendo que les ocurre siempre a los demás y que ellos “controlan”. Todo ello hace que los adolescentes no perciban el alcohol como una droga y no consideren su consumo como una puerta a consecuencias negativas.

Pero el alcohol es una droga que afecta a todo el sistema nervioso central. Ocupa el tercer lugar entre los principales factores de riesgo de mala salud en el mundo, reduce el autocontrol y aumenta los comportamientos de riesgo: como las relaciones sexuales no protegidas, lesiones y violencia. A medida que aumenta su consumo desaparecen los efectos tóxicos en el cuerpo y se produce una tolerancia a la droga, cada vez se va a necesitar más cantidad de alcohol para conseguir los mismos efectos, por lo que se puede llegar a desarrollar una dependencia.

Es por ello, que desde hace años en la Asociación Vilarrealenca de Alcohólicos Rehabilitados (AVIAR), trabajamos sobre la problemática, sensibilizando, informando y ofreciendo pautas a padres y educadores.

Existen alternativas para que se diviertan sin beber, ofrezcámoselas. Y, si beben, que lo hagan ocasional y moderadamente, no para desinhibirse o eliminar el nerviosismo o la tristeza. Que no se conviertan prisioneros de una botella. Esclavos de una botella para ser feliz, para estar alegre, para ser uno más…

Tenemos que concienciar y reflexionar sobre la relación de uno mismo con el alcohol. Es aquí donde los educadores y padres tenemos que realizar un gran papel para que tomen su decisión. Desmitifiquemos los mitos sobre el alcohol y la dependencia, hablemos, reflexionemos, informemos, debatamos, comuniquemos eficazmente, creando la confianza necesaria para abordar estos temas desde dentro del sistema familiar. Los padres y los educadores somos su mejor modelo.

Hay elección de decir no, de cambiar la relación, de libertad de elección. H

*Psicóloga de AVIAR