Ya han pasado cuatro años desde que Naciones Unidas aprobara la agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Sin embargo, en nuestro país, hemos tenido que esperar tres de ellos para que el Gobierno central, coincidiendo con el cambio de signo político, se hiciera eco de sus recomendaciones y creara, en julio de 2018, el Alto Comisionado para la Agenda 2030. Se trata del órgano encargado de impulsar la elaboración y desarrollo de los planes y estrategias necesarios para el cumplimiento de la Agenda 2030.

Este hecho ha propiciado que en la actualidad, y tal como señala Federico Buyolo García, director general de la Oficina del Alto Comisionado para la Agenda 2030 en el Gobierno de España, únicamente alrededor del 13% de la ciudadanía tiene conocimiento de la existencia de la misma.

Hemos de reconocer que la Agenda es muy ambiciosa, incluso se podría calificar de utópica en algunos casos, pero esa utopía es la que nos impele a actuar. No debemos entender la Agenda como un fin en sí misma, sino como un contrato base sobre el que se deben apoyar las políticas desarrolladas en base a las alianzas entre los diferentes actores de la sociedad: gobiernos, sector educativo, ONGDs, sector privado y principalmente la ciudadanía, con la finalidad de abordar el cambio de modelo de desarrollo que necesitan nuestras sociedades. Un desarrollo que destierra la idea de la planificación de políticas desde el norte para su implementación en el sur, sustituyéndola por la idea de que todos los países, tanto los del norte como los del sur, deben ser considerados en desarrollo; un desarrollo que va más allá de los aspectos meramente económicos; un desarrollo donde su eje central sean las personas, la potenciación de sus capacidades y la ampliación de sus oportunidades de vivir una vida plena. Para todo ello, la Agenda cuenta con una herramienta muy potente: la Educación para el Desarrollo (ED).

La ED debe ser entendida como parte integral del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4: Educación de Calidad, pero, además, debe ser el eje transversal para la consecución del resto de objetivos. Debemos hacer uso de las herramientas que nos proporciona (sensibilización, formación, investigación e incidencia política y movilización social) para, en un primer paso, dar a conocer la Agenda 2030 entre la población y convertirla en un verdadero contrato social en el que los ciudadanos y ciudadanas podamos exigir su cumplimiento.

Por otra parte, la Educación para el Desarrollo nos debe servir para desarrollar una conciencia de ciudadanía global, entendiendo que, si no es desde una visión global, es decir, abordando la interconexión de los problemas globales, pero respetando nuestras realidades locales, difícilmente podremos hacer frente a los desafíos derivados de la Globalización. El objetivo último de la ED es la transformación social promulgada por la Agenda 2030, pero para ello es necesario entender la ciudadanía como el conjunto de sujetos políticos críticos y críticas, participativos y participativas, capaces de replantearse los actuales modelos de desarrollo y apostar por nuevos, más justos, basados en los Derechos Humanos y desde las perspectivas de género, paz y sostenibilidad.

La Comunitat Valenciana, desde la aprobación de la Agenda en 2015, ha realizado un verdadero esfuerzo por impulsar la Educación para el Desarrollo en el sistema educativo valenciano, implementando la Estrategia de Educación para el Desarrollo en el ámbito formal de la Comunitat Valenciana 2017-2021. Es necesario que las futuras generaciones crezcan interiorizando los valores sobre los que se asienta la Agenda 2030: justicia social, corresponsabilidad, igualdad, equidad, etc., y lo hagan a través de un aprendizaje significativo y transformador. Sin embargo, considero que se debería ampliar el ámbito de actuación más allá de la educación formal. Debemos adoptar, de una vez por todas, la perspectiva de aprendizaje a lo largo de la vida en el ámbito no formal, especialmente con las personas mayores. Los cambios sociodemográficos que está experimentando nuestro país, donde para 2050, cerca del 42% de la población será mayor de 60 años, hace necesario abordar su necesidad de formación continua más allá de una educación formal de calidad.

Debemos proporcionar herramientas a las personas mayores para empoderarse en la sociedad, participar activamente de las decisiones políticas y sociales, desterrar el rol de que son sujetos pasivos receptores de estas políticas y convertirse en sujetos activos de las mismas. En este sentido, las universidades son una plataforma idónea para desarrollar acciones educativas relacionadas con la ED en consonancia con las necesidades establecidas por la Agenda 2030 desde la perspectiva de aprendizaje a lo largo de la vida. Y se debe, principalmente, a la capacidad de los Centros de Educación Superior de crear alianzas junto al resto de los actores de la sociedad con el fin de desarrollar las cuatro estrategias señaladas anteriormente: sensibilización, formación, investigación e incidencia política y movilización social.

Estoy seguro de que después de la Agenda 2030 vendrá otra, e incluso más ambiciosa, pero mientras tanto tenemos la obligación ética de transformar este mundo para que nadie se quede atrás y para ello debemos contar con las personas mayores.

*Profesor de Educación para el Desarrollo. Máster Universitario en Cooperación al Desarrollo MACD-UJI