Nos disponemos a comenzar un nuevo curso pastoral con una Jornada diocesana, el próximo 14 de septiembre, en el Seminario diocesano Mater Dei. Ante el nuevo curso puede que nos encontremos un tanto desalentados por el contexto tan poco propicio para anunciar el Evangelio y llevar a las personas al encuentro salvador con Jesucristo. Pero, a pesar de que las condiciones no sean favorables para la misión, Jesús nos dice: «Echad vuestras redes para la pesca» (Lc 5, 4). Y, como Pedro, fiados del Señor y confiados en su palabra, le decimos: «Por tu palabra, echaré las redes» (Lc 5, 5). Y lo hacemos con la alegría de saber que Dios nos ama y está con nosotros, y con la certeza de que el Señor resucitado vive entre nosotros y actúa por la acción silenciosa, pero real, del Espíritu Santo.

La caridad cristiana es este amor recibido de Dios y que le ofrecemos a Él y al prójimo para que el amor de Dios llegue a todos. El amor divino es un don totalmente gratuito, es «gracia» recibida, cuyo origen es el amor que brota del Padre por el Hijo en el Espíritu Santo; un amor que por su Hijo, Jesucristo, desciende sobre nosotros y sobre toda la humanidad. Este amor es anunciado y realizado por Jesús hasta el extremo de dar su vida para reunir a los hijos dispersos (cf. Jn 13, 1). Este amor divino ha sido «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» ya en el bautismo (Rm 5, 5). El Espíritu Santo es la fuente permanente de la caridad en la Iglesia, en cada comunidad parroquial y en cada uno de sus miembros; es el manantial del servicio de la caridad de los cristianos y de la Iglesia.

El mandamiento del amor no es una obligación moral, sino una necesidad existencial para todo cristiano y para toda comunidad cristiana que se dejan evangelizar por Cristo Eucaristía. Porque el abrazo amoroso de Dios ha de llegar a todos, en especial a los más desfavorecidos de nuestro mundo.

*Obispo de Segorbe-Castellón