Estudiar no es grabar en la memoria las hojas impresas de un libro. Estudiar es leer o escuchar para luego observarlo en la vida. A través de la observación nos llega el conocimiento. Y si eres capaz de usar lo que aprendiste, encontraste la razón de ser del estudio. Recuperar esta definición de lo que es estudiar daría un vuelco enorme a la educación escolar.

Tenemos que darle a la educación de nuestros hijos una manera de estudiar científica, cercana a la realidad. Ver lo que estudias y practicarlo, despierta, te hace capaz, seguro a la hora de tomar un trabajo sin causar daños; y emprendedores capaces de crear un negocio exitoso. Hay personas que son verdaderas esponjas humanas, que absorben información que permanece en su mente como una masa sin digerir dando la apariencia de «sabiduría» con resultados pobres. Esa información acumulada es inútil porque no se le enseñó a aplicarla en la vida. Las esponjas humanas lo conocen todo en teoría pero les falta la aplicación. Para no ser esponjas debemos aprender cómo aprender.

La columna vertebral de todo estudio exitoso está en cómo se estudie. Ahí se encuentra la calidad. Y subrayar o hacer esquemas no funciona; la manera de estudiar viene antes, comenzando a aprender cómo aprender. Es raro encontrar a un estudiante que use el diccionario para comprender una palabra. Es una herramienta vital. Cada vez que abres un libro debes de acompañarte de un diccionario. Aprender a cómo comprender una palabra es una técnica interesante. Ver cómo funcionan los datos que estamos leyendo evita que uno se aburra y piense que no llega a ninguna parte. Y hacer del estudio algo individual es necesario y posible. Hay que respetar el nivel que tiene cada estudiante.

El Ministerio debe ser autocrítico si quiere reducir el fracaso o abandono escolar. Y una de las cosas que le daría oxígeno a la educación es dejar de monopolizarla, y permitir a cada familia elegir el método que considere mejor para su hijo.

Tanto los que tenemos la vocación por enseñar como padres y jóvenes, no podemos esperar a que el Ministerio despierte y encuentre la reforma mágica, usando mientras tanto a nuestros hijos como conejitos de indias. Como la última ley aprobada este verano: Volver a implantar el sistema de exámenes de reválidas.

Si no se sabe estudiar ni formar al docente, teniendo un índice de fracaso escolar elevadísimo, con un alumnado cada vez más numeroso que no quiere ir a clase, el gobierno no es ninguna autoridad válida para tomar medida alguna.

Si el derecho de los padres de escoger la educación que desean para su hijo, les lleva a educar a su hijo en casa, que lo hagan, como las cerca de 4.000 familias que ya lo hacen en España. En Europa (menos en España) reconocen el derecho a la escolarización en casa, Noruega, Finlandia, Eslovenia, Reino Unido, Irlanda, Dinamarca, Bélgica, Luxemburgo, Suiza, Austria, Hungría, Italia, Francia y Portugal.

Dar apertura a cualquier alternativa educativa válida, devolvería prestigio democrático al Ministerio y por tanto a todas las gentes que lo que quieren es menos titulitis y más que su hijo sea feliz y capaz.

Las palabras comunican ideas, si estas no se comprenden crean lagunas, estupidez, lentitud e incapacidad. El paro, la delincuencia, la drogadicción, se cultivan de esta manera en las escuelas. Detrás de la ignorancia encontramos centenares de palabras que no se entendieron.

De 100 estudiantes que inician Primaria, 15 acaban una carrera, y solo 5 prosperan en su profesión. Por cierto, la profesión con más bajas laborales (61%,) es la de maestro. Por Dios, ¡no más reformas! H

*Educador y escritor