Los expertos aseguran que el próximo salto de la comunicación digital será la universalización de los denominados asistentes virtuales. Los primeros en popularizarse han sido los llamados altavoces inteligentes. El más conocido es el que comercializa Amazon con el nombre de Alexa. Siri es la alternativa que promueve Apple, mientras que Alphabet lo distribuye simplemente como el asistente de Google. Estos dispositivos permiten realizar las búsquedas de información en la red a través de la voz y devuelven los resultados también en formato audio, de momento, o vídeo en un futuro más o menos inmediato. Una simple observación de los adolescentes que tengan a su alrededor les permitirá convencerse del éxito del invento, porque seguramente habrán percibido que en el WhatsApp ya utilizan con más frecuencia los mensajes de voz que los de texto, ya que les permite hacer otras cosas con las manos mientras hablan y, además, no se pierde la entonación con el interlocutor.

La polémica ha saltado porque Google ha reconocido que registra y escucha el 0,2% de las conversaciones que tienen los usuarios con su asistente de voz. Ni Amazon ni Apple se han atrevido a decir que no hacen lo mismo. Rápidamente se han alzado muchas voces que consideran que se está violando la privacidad de los usuarios, máxime cuando en este caso no dieron su consentimiento ni en la letra pequeña del contrato inicial.

LO PARADÓJICO es que quizás algunos quieren proteger a la población de unos peligros que no siente como tales. Belén Barreiro, en su magnífico libro La sociedad que seremos, da un dato para este debate: «Lo que más ciudadanos creen que es más personal son los datos bancarios o financieros, seguidos del DNI o el pasaporte, la información médica, las huellas dactilares y la dirección postal del hogar (…) menos de la mitad de los españoles cree que el número de teléfono es información personal, o que lo son nuestras fotografías, nuestro historial laboral, quiénes son nuestros amigos, los gustos u opiniones que tenemos o nuestros hobbies».

De manera que, si hablamos de trabajo, gustos o aficiones con Alexa, más de la mitad de los españoles consideraría que no estamos tratando información personal y, en consecuencia, podría perfectamente no importarle que les escuchara un tercero.

Se libra en estos momentos una importante batalla entre los estados y las cuatro grandes compañías tecnológicas que lideran la revolución digital: Google, Apple, Facebook y Amazon, a las que algunos llaman GAFA. Como nos advirtió Stendhal, es muy difícil entender la guerra desde el campo de batalla. El protagonista de La cartuja de Parma asistió a la batalla de Waterloo, pero no tomó conciencia de ello hasta semanas más tarde, cuando de regreso a casa leyó los diarios del momento.

TENEMOS la suerte, que algunos viven como fatalidad, de estar asistiendo a un cambio social equivalente a la revolución industrial, pero nos cuesta entenderlo. Fijarnos en algunas batallas nos puede ayudar a una mejor interpretación del estallido de esta nueva mentalidad digital en la que confluyen nuevos valores con nuevas tecnologías que ponen en cuestión lo mejor y lo peor del mundo surgido con la Ilustración, como ha señalado José María Lasalle en su último libro, Ciberleviatán.

Europa y Estados Unidos, como en tantas otras cosas, siguen estrategias paralelas. Los norteamericanos se están concentrando en analizar si este tipo de compañías constituyen una versión digital de los monopolios convencionales. Desde principios del mes de junio, la cotización de las GAFA anda renqueante porque la Comisión Federal de Comercio, además de multar a Facebook con 4.400 millones por el fraude con los datos de sus usuarios que benefició a Trump, ha decidido investigar si la compañía, igual que Google o Amazon, incurre en prácticas que impiden la libre competencia, al ser simultáneamente proveedoras de servicios, pero también comercializadoras de publicidad y distribuidoras de productos al usuario final. Recordemos que EEUU ha sido capaz en el pasado de trocear petroleras como Standard Oil o telefónicas como AT&T.

EUROPA, por su parte, se ha concentrado en la protección de la privacidad frente a los presuntos abusos de estas compañías. La puesta en marcha en la primavera del 2018 del reglamento europeo de protección de datos (GDPR) ha frenado la expansión de estas compañías. Según ha publicado Jason Kint, de Digital Context Next, desde la aplicación de la normativa, Facebook y Google ya crecen mucho menos en Europa que en Estados Unidos. De una u otra forma, parece claro que se quiere controlar a los gigantes de internet, lo que no es evidente es que se haga siempre en beneficio de los ciudadanos.

*Periodista