Cuando contemplamos los graves problemas relacionados con el cuidado de la creación y la complejidad de las cuestiones que están en juego, podemos pensar que no podemos hacer nada. Quienes tienen capacidad de decisión en el ámbito de la economía y la política son los que pueden tomar decisiones que orienten la situación en una nueva dirección. Las pequeñas opciones que podemos tomar en nuestra vida personal de poco servirán si quienes tienen grandes intereses económicos y políticos no se deciden a cambiar la situación. La tentación del desánimo es frecuente. El Papa, en cambio, formula propuestas en el capítulo sexto de la encíclica que, si todos las pusiéramos en práctica, podrían cambiar la situación, pues daría lugar a una nueva mentalidad.

Se trata de caer en la cuenta de que estamos ante un desafío “cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración” (nº 202) y que exige algunas actitudes nuevas. Así, aunque no podamos tomar decisiones importantes en política o economía, podemos apostar por otro estilo de vida, no sujeto a los mecanismos de consumo compulsivo que provoca en nosotros el mercado. Un cambio en los hábitos de vida “podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social” (nº 206).

Dada la capacidad de mentalización que la publicidad ejerce sobre las personas, debemos ser conscientes de que para lograr ese cambio en los hábitos de vida es necesaria una educación ambiental. Ya se han dado pasos en este sentido y los objetivos se han ido ampliando: se trata de informar de las consecuencias de ciertos comportamientos; de sentar los principios de una ética ecológica que “ayude a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión” (nº 210); de desarrollar hábitos de n “compromiso ecológico” y una “responsabilidad ambiental” (nº 211). H

*Obispo de Tortosa