El tiempo pascual es el periodo fuerte de confirmaciones en nuestra diócesis. Es siempre una verdadera alegría servir de mediador de la efusión del Espíritu Santo a nuestros confirmandos y comprobar que, a pesar de todo, sigue habiendo muchos adolescentes, jóvenes y adultos, que desean recibir el don de Espíritu Santo para ser confirmados en la fe y vida cristiana y tener así la fuerza para confirmar y vivir su fe cristiana con alegría. Este gozo, sin embargo, se ve empañado con frecuencia, entre otras cosas, al observar la actitud, el comportamiento y la falta de participación activa de muchos padrinos en la celebración. Sin ser lo más importante, me preocupa seriamente esta situación. Por experiencia propia y ajena esto se puede decir también de los padrinos de bautismo.

Desde muy antiguo, la Iglesia no admite a un adulto a los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo, confirmación y eucaristía) sin un padrino; su función es ayudar al adulto al menos en la última fase de preparación a los sacramentos y después a perseverar en la fe y en la vida cristiana. En el bautismo de niños debe haber también un padrino, cuya función es, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo; representa a la familia y también a la Iglesia, en cuya fe va a ser bautizado y en cuyo seno va a ser incorporado.

Teniendo en cuenta la importancia de la misión que desempeñan los padrinos, se comprende que todos hemos de tomar muy en serio su elección. Y también es muy lógico y necesario que los párrocos hayan de velar para que realmente la elección de los padrinos sea conforme a lo que pide la Iglesia; siempre pensando en el bien del que va a ser bautizado o confirmad.

*Obispo de Segorbe-Castellón