Ya sé que no es el momento de hablar de ello. La crisis económica, que todavía perdura, el no tener para uno mismo, hace que uno se olvide de los demás, pero estamos en una época del año en que se habla mucho del amor fraterno, absolutamente necesario para cooperar y tener éxito como humanos.

Sí, nos olvidamos de los demás, y si no, mirad lo del 0,7% del PIB para Ayuda oficial al desarrollo (AOD). Ni se habla de ello. Los responsables de Cooperación y Desarrollo de la Unión Europea, se comprometieron en el 2005 a elevar la Ayuda Oficial al Desarrollo hasta el 0,56% del PIB comunitario en el año 2010 con el objetivo de alcanzar la cifra del 0,7% en el 2015. Esto hubiese supuesto destinar al desarrollo 20.000 millones de euros más al año a partir del 2010. Sin embargo el objetivo del 0,7 que fijó la ONU hace 35 años, solo lo han cumplido en algún momento cuatro países: Dinamarca, Luxemburgo, Holanda y Suecia. Por eso, hablar de los estados fallidos quizá no sea el momento. Pero como consecuencia de las revueltas populares de Túnez, Egipto, Libia, Siria y las que probablemente podrían llegar a venir, me interesa sacar a colación el tema de los estados fallidos.

Son estados fallidos, no hay duda, estados como Somalia, por ejemplo, u otros lugares en donde el monopolio del uso legítimo de la fuerza dentro de sus fronteras no está en manos del Estado, sino en las de los señores de la guerra o los grupos paramilitares. Aunque el término también se emplea para referirse a otro tipo de estados en donde hay altas tasas o registros de criminalidad, corrupción política, mercado informal, ineficiencia judicial, interferencia en la política de poderes fácticos con presupuesto y poder político, muy superiores al del Gobierno.

Por otra parte algunos consideran que el concepto no es del todo claro y es manipulable políticamente.

No obstante, el centro de estudios estadounidense Fund for Peace emite anualmente el Índice de Estados Fallidos (Failed States Index) que se publica en la revista Foreign Policy. Clasifica a los países basándose en 12 factores, como la presión demográfica creciente, movimientos masivos de refugiados y desplazados internos; descontento grupal y búsqueda de venganza, huida crónica y constante de población; desarrollo desigual entre grupos; crisis económica aguda o grave; criminalización y deslegitimación del Estado; deterioro progresivo de los servicios públicos; violación extendida de los derechos humanos; aparato de seguridad que supone un ‘Estado dentro del Estado’; ascenso de élites faccionalizadas e intervención, de otros estados o factores externos. En el año 2010 fueron incluidos 177 estados, de estos 37 fueron catalogados como «en alerta», 92 «en peligro», 35 como «moderados», 13 como «sustentable». Los peores 10 son lo que alisto a continuación: Somalia; Chad; Sudán; Zimbabue; Rep. Dem. del Congo; Afganistán; Irak; República Centroafricana; Guinea y Pakistán

¿A dónde me lleva esto? A lanzar lo que, incluso para mí, parece una peregrina idea, pues imaginad lo que se podría hacer con los 20,90 millones de parados de la Europa de los 28 estados a finales del 2016, la mayoría de los cuales han tenido algún tipo de prestación contributiva y ahora, quizás, tienen ayudas a cargo de los Presupuestos de su Estado.

En lugar de incentivar el venir al primer mundo, habría que incentivar el ir al tercer mundo a ayudar, bajo el paraguas de la ONU, a organizar el Estado para que dejara de ser fallido, incluyendo fuerzas del orden, funcionarios de todo tipo, pero sobre todo, ayudar a la prestación de los servicios básicos, entre ellos los de sanidad y educación.

Pero lo que digo es algo mucho mayor. Lo que sugiero es que hay que enviar altos dirigentes para organizar y planificar el país, su economía, su vertebración social y territorial; altos funcionarios para aconsejar a esos altos dirigentes; empleados de a pie que hagan el trabajo; y fuerzas de seguridad que tengan a su cargo el mantenimiento del orden para que los demás trabajen. Algo así como una administración temporal bajo el paraguas de la ONU. Incorporando, poco a poco, a los autóctonos que hayan aprendido (no a robar sino a gestionar bien la cosa pública) y posteriormente, en un acto trascendente, de legítima satisfacción moral mundial, ceder el control total.

Esto es un sueño, pero dejadme soñar. No parece serio lo que he dicho. Pero ¿por qué no?

Estamos manteniendo a gente que no tiene otra cosa para comer que lo que compran con las ayudas gubernamentales que reciben después de haber agotado la prestación por desempleo. Muchos de esos y otros, especialmente los jóvenes, estarían dispuestos a poderse ganar la vida en una país extraño, durante un tiempo, aprendiendo bien uno o dos idiomas, el inglés como idioma franco y el del propio país, aprovechando el que son JASPs, es decir, jóvenes aunque suficientemente preparados, poniéndose como reto histórico haber contribuido al éxito de un Estado previamente fallido.

*Doctor en Derecho