En la fiesta de la Virgen de Lourdes, el 11 de febrero, la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Enfermo, centrada este año en la familia del enfermo. Cuando una persona enferma, toda la familia enferma. Toda persona vive normalmente en una familia y, cuando cae enferma, toda la familia se ve afectada y alterada en su ritmo de vida: unas sacrifican parte de su vida social y profesional para atender al enfermo; otras lo abandonan o soportan como una carga. En la enfermedad de uno de sus miembros, toda familia necesita ayuda y apoyo.

El Señor atiende a los enfermos y a sus familias. Jesús no pasa de largo ante los familiares angustiados que acuden a él pidiéndole ayuda. Los evangelios recogen el grito estremecedor de padres y madres que se acercan a Jesús pidiendo su intervención. Jesús reconforta a las familias destrozadas por la enfermedad. Jesús despierta la fe de la familia del enfermo. Su primer regalo es infundirles de nuevo la fe y la confianza en Dios. Su actitud es siempre constructiva, de fe honda en Dios.

Jesús restaura la vida familiar, devuelve a los enfermos sanados a su familia, para restaurar la paz y la alegría familiar. No solo resucita al joven muerto en Naim, sino que, una vez incorporado, «se lo dio a su madre». No solo cura al paralítico de Cafarnaúm, sino que lo introduce de nuevo en la vida familiar: «Levántate, vete a tu casa». Jesús busca llevar también la salvación hasta el hogar del enfermo, para que en él se anuncie la buena noticia de Dios. Jesús llama a caminar hacia una familia más fraterna, donde reine el amor y el servicio al otro. Corrige, por ello, a los hijos que se desentienden de sus padres, se acerca a los enfermos que viven sin familia y acoge a los que están solo.

A ejemplo de Jesús, el amor a los enfermos y la atención de sus familias no puede faltar nunca en la misión de nuestras comunidades cristianas.

*Obispo de Segorbe-Castellón