Un 20 de enero de 1901, se reunieron 82 empresarios en la sede del Círculo Mercantil e Industrial. Serían los primeros miembros de la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Castellón, que se fundaría ese mismo día. El camino no había sido sencillo. Desde que un Real Decreto de 1886 promoviera la fundación de estas instituciones en España, amparándose en la necesidad de contar con organismos dedicados a potenciar y fortalecer los intereses de la industria y el comercio, como ya tenían la mayor parte de países, no se había cejado en instar a los poderes públicos para que se autorizara su constitución.

Mientras, Vinaròs, en 1886, ya contaba con una Cámara, gracias a que era el único de los cinco puntos de embarque de la provincia que disponía de adecuadas instalaciones portuarias y a que poseía un importante dinamismo comercial, en especial basado en la exportación de vino. Pervivió hasta 1914.

La provincia, y en especial la capital, estaba en un proceso de transformación económica. En agricultura, la naranja comienza a tener un peso específico y en la industria, si bien sectores tradicionales como el textil y el calzado seguirán viviendo un periodo de expansión, el desarrollo de la fabricación de azulejos inicia su despegue.

En las primeras actuaciones de aquella primitiva Cámara ya se observan los leit motiv que la van a guiar y que, en buena parte, se han mantenido a lo largo de los años. De un lado, la necesidad de contar con adecuados medios de comunicación que permitan el acceso a los diversos mercados, focalizando el esfuerzo en reivindicar el puerto del Grao de Castelló; el ferrocarril, mejorando los servicios del eje norte-sur y la configuración de una red secundaria que facilite el transporte de mercancías entre el interior y la costa; y la construcción de carreteras que favorezcan el desplazamiento de mercancías y personas.

En segundo lugar, la potenciación del comercio exterior. No en vano, la economía castellonense ya se caracterizaba por su carácter eminentemente exportador. En este área, la Cámara comienza a organizar misiones comerciales y la asistencia a ferias, congresos y exposiciones.

En tercer lugar, la formación de profesionales como elemento indispensable para mejorar la competitividad. Desde el inicio, la Cámara promueve la educación mercantil «para poner a los jóvenes en disposición de ocupar empleos en establecimientos comerciales e industriales» y en 1930 se funda la Escuela Particular de Comercio.

Otra de las actuaciones de la Cámara desde sus orígenes está en ejercer como grupo de presión frente a las políticas fiscales de los distintos gobiernos, no siempre acordes con los intereses del empresariado.

En estos inicios se actúa también como mediador para resolver las cuestiones que surgen entre comerciantes, industriales y navieros, antecedente claro de la actual Corte de Arbitraje. Además, inicia su presencia en organismos e instituciones, como la Junta de Obras del Puerto.

Y no podemos olvidar que nace con vocación de representar al conjunto del empresariado de la provincia. Y a pesar de que en sus comienzos tiene un predominio local, poco a poco se consolidará en el territorio.

Desde estos inicios ha pasado más de un siglo en los que nuestra sociedad y nuestra economía han atravesado diferentes momentos, unos de prosperidad y otros de dificultades. La Cámara no ha dejado de ser un reflejo de esas luces y sombras, pero en todo este tiempo ha mantenido el compromiso que en sus albores la definieron. Y lo hace utilizando diferentes mimbres: siendo interlocutor ante los poderes públicos, prestando servicios de utilidad para el empresariado, acercándose al territorio y amparando al conjunto de empresarios y empresarias.

En 1997 di el paso para formar parte del Comité Ejecutivo de la Cámara y en el año 2013 asumí la presidencia, siendo la primera mujer en ocupar este cargo. No ha sido un periodo fácil. Ha sido un tiempo de decisiones complicadas y a veces dolorosas, y de asumir riesgos y nuevos retos. Al final, con el esfuerzo de muchos, hemos logrado consolidar esta institución.

La Alta Distinción que otorga la Diputación a la Cámara es un homenaje a todos esos empresarios y empresarias de Castellón que creyeron y creen en esta corporación, pero también a las trabajadoras y trabajadores que a lo largo de los años han aportado su buen hacer y, por extensión, a la sociedad de Castellón, a quien se debe. Un reconocimiento a una institución centenaria pero adaptada a los tiempos, e ilusionada por seguir aportando su granito de arena a la prosperidad provincial.

*Presidenta de la Cámara