Hace poco más de un año, el Papa Francisco nos recordaba en su exhortación Gaudete et exúltate (Alegraos y regocijaos) que todos estamos llamados a la santidad, es decir, a la perfección de la caridad. A la vez nos exhortaba a caminar por esta senda ofreciendo la propia vida por amor a Dios y al prójimo, en las tareas ordinarias y sencillas de cada día. Los santos que nos han precedido y siguen unidos a nosotros nos alientan a no detenernos en el camino y nos estimulan a seguir caminando hacia la meta. Hoy me vienen a la memoria estas palabras del Papa, al disponernos a celebrar el 17 de mayo la fiesta de San Pascual Baylón, Patrono de nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón y de la ciudad de Vila-real.

Pascual fue un excepcional hombre de Dios y por ello un excepcional amigo y servidor de los hombres. Fue generoso y sufrido, paciente y alegre, siempre dispuesto a cumplir sus deberes con diligencia y con bondad, con misericordia con un amor sin límites hacía los más pobres. En la fe y amor a Jesucristo, cultivado y alimentado diariamente en la oración y la Eucaristía, y en su amor a la Virgen se encuentra la raíz de su amor desinteresado hacia el prójimo.

Los santos como Pascual nunca pierden actualidad y nos interpelan en el presente. Sus biografías reflejan modelos de vida válidos para todo cristiano; ellos vivieron su condición de bautizados, se dejaron modelar por Cristo y conformaron su vida al Evangelio.

Nuestro tiempo necesita santos como Pascual para crecer en humanidad y en fraternidad. Los necesitan también nuestra Iglesia diocesana para ser una Iglesia de discípulos misioneros de Jesús, servidora de los pobres, fecunda en la evangelización y presencia de la misericordia de Dios en nuestro mundo. Su fuente como en Pascual es la Eucaristía, manantial permanente de amor, de vida y de misión.

*Obispo de Segorbe-Castellón