Por san José celebramos el Día del Seminario; este año será el domingo, 22 de marzo. El Seminario es el corazón de nuestra Iglesia diocesana, donde germinan las semillas de las vocaciones al sacerdocio ordenado y se forman los futuros pastores misioneros de nuestras comunidades. Sin sacerdotes no hay Eucaristía, no hay Iglesia, ni comunidad cristiana como tampoco servidores del resto de los cristianos.

Todos los diocesanos debemos sentir el Seminario, quererlo y apoyarlo, también económicamente. Las comunidades cristianas quieren contar con un buen sacerdote. Su renuevo, sin embargo, es cada día más difícil por la escasez de vocaciones. Sin embargo no nos podemos quedar en la queja inútil; es la hora de la fe en el Señor que nos llama a seguir echando las redes en la tarea de la pastoral vocacional.

Con este fin es necesaria una oración personal y comunitaria más intensa a Dios, el Dueño de la mies, para que envíe obreros a su mies. Toda vocación es un don gratuito de Dios para su Iglesia y para la humanidad, que hemos de saber pedir con humildad, pero con insistencia, a lo largo de todo el año. La oración ha de ir acompañada de obras. La vocación nace de un encuentro con el Señor; por ello son necesarias familias y comunidades cristianas vivas y fervorosas. La principal manera de ayudar a un niño, adolescente o joven a discernir la vocación es ayudarle y acompañarle a llevar una vida de oración profunda y constante para que su corazón esté abierto a la llamada amorosa del Señor. Esto requiere espacios de soledad y silencio, para tomar esa decisión tan personal.

Quien se abre al amor de Dios no se encierra en sí mismo. En estos tiempos de sombras, Dios quiere seguir haciendo brillar su Rostro por los hombres y mujeres de esta generación y hacer oír su voz que es luz y vida. Los sacerdotes son hoy más necesarios que nunca.

*Obispo de Segorbe-Castellón