Con tal vez excesiva reiteración escuchamos a nuestros representantes en las instituciones públicas decir que ellos no son políticos y que no están ahí por política, y a los equipos de gobierno, acusar a la oposición de obedecer exclusivamente a intereses políticos. Los mítines, las intervenciones públicas, las declaracioness y los debates, suelen estar impregnados de este tipo de afirmaciones y especialmente en el ámbito municipal.

Es evidente que lo que se quiere decir es otra cosa muy distinta a lo que en realidad se dice. Se trata de identificar la política con intereses de partido o personales, para establecer un distanciamiento entre estos últimos y la labor que pretenden realizar los que desprecian tal calificativo, dando una imagen de ejemplaridad.

En realidad es todo lo contrario. El significado del vocablo “política” se está corrompiendo y tal vez haya que esforzarse por restaurarlo. En su concepto original política es la ciencia o la actividad humana que se preocupa por establecer un orden en el espacio físico en la que se desenvuelve y por solucionar los problemas que afectan a los ciudadanos. Por tanto, decir que uno es político no es un deshonor, ni supone estar alejado de las directrices morales que deben determinar sus fines. Así se puede definir al político como la persona que se preocupa de su entorno material y humano.

Bajo ese punto de vista el cargo público que dice no ser político, o no sabe lo que dice o debería dimitir, y los que dicen que la oposición solo está para hacer política deberían saber que están elogiando la labor del contrario. H

*Escritor