En unos días se cumplirán diez años del inicio de mi ministerio episcopal entre vosotros. Esta efeméride es una buena ocasión, ante todo, para dar gracias a Dios por todos los dones y las bendiciones que de él he recibido a través de todos vosotros: sacerdotes, religiosos, seglares, comunidades, asociaciones y movimientos. También pido perdón a Dios y a vosotros por mis deficiencias y pecados; y os ruego que sigáis rezando por mí para que sea vuestro obispo y pastor según el corazón del Señor, el Buen Pastor.

Estos días he releído mi homilía en la toma de posesión de la diócesis. Creo que sigue siendo plenamente válida. En el centro de mi ministerio episcopal he intentado que estuviera y deseo que esté siempre Jesucristo. Él es quien me ha enviado para ser vuestro pastor en su nombre: siervo suyo soy y, desde él, un humilde servidor de todos vosotros y de mi amada Iglesia de Segorbe-Castellón.

En ningún momento podrá caer en el olvido este lugar central de Cristo en mi ministerio y mi referencia constante a Él. A través de mi humilde persona y de mi ministerio pastoral, el Señor Jesús quiere hacerse presente entre vosotros.

Sigue siendo mi propósito gastar y desgastar mi vida por las personas y las comunidades que el Buen Pastor me ha encomendado. Mi único interés es servir y hacer presente a Jesucristo, proclamando la verdad del Evangelio a las personas, las familias, la sociedad y la cultura. Mi compromiso principal es anunciar a Jesucristo, muerto por nuestros pecados y resucitado para que en él tengamos vida y salvación. En esta misión sigo contando con todos vosotros, mis queridos diocesanos. Seguid ayudándome a llevar a Cristo al corazón de los hombres, en especial de los niños, de los jóvenes y de las familias.

*Obispo de Segorbe-Castellón