Con la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos el día de Pentecostés, comienza la misión de la Iglesia. Los Apóstoles y el resto de los discípulos presentes en el Cenáculo quedan llenos del Espíritu Santo (cf. Hech 2,4) y salen a anunciar por las calles de Jerusalén a Jesucristo, muerto y resucitado. Desde entonces, nadie ni nada podrá frenar el ardor evangelizador de Pedro y de los demás discípulos. Lo que ellos han visto y oído, lo que han tocado y experimentado, lo anuncian a todos: Cristo Jesús ha muerto y ha resucitado para que todo el que crea en él tenga vida eterna: él es el Mesías y el salvador de la humanidad.

«Somos misión» reza el lema del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, que celebramos el día de Pentecostés. Este lema recuerda que cada fiel laico, animado por la fuerza del Espíritu Santo, está llamado a descubrir, en medio del Pueblo de Dios, que es una misión. En efecto; todos los cristianos, por el bautismo, quedamos injertados en Cristo, recibimos el Espíritu Santo y somos incorporados a la Iglesia en el bautismo; y por la confirmación recibimos la plenitud del Espíritu Santo. Como los apóstoles de Jesús entonces, también los cristianos de hoy estamos convocados en esta hora de la historia para decir al mundo que el Señor vive y que fuera de Él no hay salvación, ni futuro, ni esperanza para la humanidad.

Jesús confía la misión a toda su Iglesia, es decir a todos los bautizados. Jesús os llama también a los laicos a ser sus discípulos misioneros en la Iglesia y en el mundo. Es muy importante que los laicos os sintáis protagonistas, corresponsables y partícipes de la misión salvífica de la Iglesia (LG n. 33). Os tenéis que sentir llamados por Jesús a ser misioneros también en el interior de la Iglesia, participando activamente en tareas como la catequesis, la liturgia, la Eucaristía dominical, las cáritas, los consejos y otras muchas tareas más.

*Obispo de Segorbe-Castellón