Arbeit macht frei», rezaba el letrero en las puertas de los campos de exterminio de la Alemania nazi. Se podría interpretar como «el trabajo te hace libre», aunque en realidad y en la época citada, se entendería como que los lugares de concentración eran la antesala del infierno.

Bertrand Russell decía que el trabajo era parte de la felicidad humana y propugnaba jornadas de cuatro horas, para dedicar el resto del día a actividades enriquecedoras para el ser humano, la cultura, la autorrealización espiritual, la vida familiar, etc. Lafargue proponía tres horas de trabajo con similar filosofía. Virginia Woolf contaba su ansiedad por ganarse la vida mendigando artículos en periódicos, hasta que una tía suya le legó una renta anual de 500 libras, lo que cambió totalmente su existencia, haciendo realmente lo que le gustaba, escribir sus obras sin la presión de la necesidad.

El trabajo es parte de nuestra vida, pero no lo es todo, hay otros factores que intervienen en nuestra existencia. El estado anímico del ser humano es esencial para encontrar un equilibrio que permita disfrutar de una felicidad deseada por muchos y alcanzada por unos pocos.

Hay que trabajar para subsistir pero no convertir nuestra actividad profesional como el único objetivo de nuestra existencia. En nuestro país y según las últimas encuestas, los españoles estamos preocupados por la estabilidad laboral. No hay suficientes puestos de trabajo para garantizar los ingresos mínimos a un buen número de compatriotas, y aquellos que se ofrecen son de una precariedad tan evidente que dan vergüenza.

Si filosofamos sobre el concepto del trabajo, llegaríamos a la conclusión que éste debe ser aquella actividad que satisfaga plenamente a la persona y no lo contrario.

*Secretaria área de Políticas Sociales y LGTBI PSPV-PSOE Castellón