Mª Elena García, trabajadora social de Cáritas desde hace 13 años, lanza un mensaje muy claro: “Nos estamos encontrando con muchos dramas familiares que nunca habían necesitado del apoyo de Cáritas o no hacían uso desde hace muchos años. La actividad social de nuestros equipos se ha visto sustancialmente modificada en múltiples aspectos. Por ejemplo, se intenta ofrecer la ayuda bajo citas preestablecidas para evitar aglomeraciones en la atención o también se trata de seguir un acompañamiento próximo a las personas que ya se estaban atendiendo previamente por vía telefónica”, revela. Además, “esta necesidad de mayor atención se complica ahora porque la mayoría de voluntarios son personas con factores de riesgo, sobre todo por la edad. Por ello, se ha tenido que buscar nuevo voluntariado, con la dificultad que ello conlleva. Eso sí, la ayuda de muchas personas es la parte positiva”, señala. “A la preocupación por la salud se le suma el temor de que las necesidades a cubrir sean superiores a los recursos a ofrecer. Nos preocupa que las ayudas sociales públicas no modifiquen su burocracia de gestión, que las hace demasiado lentas”.