“El miedo a contagiarnos y contagiar a nuestras familias, sobre todo a mi hija que tiene 15 meses y a mi madre que es persona de riesgo, está ahí”, confiesa Maica Renovell, trabajadora del estanco situado en la estación de trenes de Castelló. Precisamente en estos momentos su ubicación les pasa factura. “Con la declaración del estado de alarma, que ha supuesto la limitación de movilidad de las personas y el cierre de los bares, esto ha cambiado mucho. El volumen de ventas ha bajado muchísimo, ya que apenas se ven personas en la estación”, revela Renovell, quien añade que “pese a seguir abiertos, nos veremos muy afectados económicamente”. “En nuestro día a día, la prioridad es desinfectar bien el local y tomar muchas medidas de seguridad tanto individuales como en el estanco. Tenemos la suerte de que una compañera nos hace mascarillas de tela, ya que cuestan mucho de encontrar y son caras, aunque parece que ahora el Gobierno ha intentado regular todo esto”, indica esta estanquera de 39 años. “Lo positivo es que la gente se muestra muy amable, agradecida, más relajada y simpática. Nuestros clientes se portan muy bien con nosotros, se muestran muy comprensivos ante esta situación tan complicada para todos. En el futuro, las relaciones profesionales y personales serán más cálidas, solidarias y más familiares”, finaliza Renovell.