“Mi labor diaria abarca muchas facetas, que incluyen desde la recogida de los difuntos, la atención a las familias, la incineración, los entierros y los traslados nacionales. La crisis del coronavirus ha supuesto cambios importantes en todas ellas, haciendo más dura nuestra labor. El aspecto más negativo es la dificultad, por no decir práctica imposibilidad, de transmitir nuestro respaldo y apoyo a los familiares de los fallecidos”, confiesa Roberto Bastán, funerario en Ildum, que cuenta con una trayectoria de 20 años en el sector. “Es muy duro también tener que comunicar a los familiares de fallecidos por covid-19 que no pueden velar a su difunto, que no pueden despedirse y que no lo volverán a ver. La mayoría de las personas, pese a su dolor, comprende la situación, pero en ocasiones tenemos que lidiar con momentos difíciles”, argumenta. Por otro lado, Bastán comenta que “indudablemente y, a pesar de cumplir con todas las medidas de seguridad, nosotros también tenemos miedo. Estamos en contacto constante con el virus, puesto que si recogemos a un difunto en su hogar, este estará infectado y, posiblemente, alguno de sus familiares también. Asimismo, si la recogida se hace en un hospital, el riesgo es similar. Ante todo, trabajamos con profesionalidad porque consideramos que nuestra labor es vital en una situación de esta envergadura”.