Hasta el president Quim Torra, que no era precisamente un entusiasta de esta mesa de diálogo, tuvo que reconocer ayer que lo importante es que la reunión entre el Gobierno central y la Generalitat se haya celebrado. Igualmente importante es que la mesa no se rompiera en el primer encuentro y que, por el contrario, vaya a tener continuidad. Porque si con esta primera reunión en la Moncloa se empezó a andar el camino del diálogo, ese que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aventuró «difícil, complejo y largo», se habrá dado un gran paso en la búsqueda de una solución para el conflicto catalán. Y a la vista de las palabras posteriores de Torra y de la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, se podría decir que el diálogo empezó con buen pie.

No deja de ser sorprendente que el solo hecho de reunirse sea noticia, pero es que venimos de años de darse la espalda, de falta absoluta de conexión, incluso más, de ausencia total de trato. Hasta el punto de que Mariano Rajoy y Carles Puigdemont -entonces al frente del Ejecutivo central y de la Generalitat- se intercambiaron sus números de móvil tras el atentado yihadista de Barcelona, en agosto del 2017, pese a que llevaban tiempo en sus cargos. Tal vez por eso, porque la escuela del PP es la de la incomunicación con cualquiera que plantee propuestas que no les gustan, a su actual líder, Pablo Casado, le parece que hablar es ceder y da por hecho que la mesa es «de despiece de la soberanía nacional y de la igualdad entre los españoles». Él parece saber ya cuál va a ser la conclusión, parece tener claras las soluciones, aunque no le gusten.

Más que de despiece de nada, lo que parece es que este primer encuentro sirvió para empezar a tratarse y, vistas las declaraciones posteriores, parece que fueron capaces de mantener la cordialidad y la sinceridad en los planteamientos de cada una de las partes. Ese dato es fundamental porque para avanzar en la búsqueda de remedios, de acuerdos, es imprescindible que entre las dos delegaciones se pueda ir tejiendo una cierta complicidad. Cuentan algunos políticos veteranos que lo que más ayuda a alcanzar alianzas es entablar relaciones más personales, sacarlas de la frialdad de la política, interesándose, por ejemplo, por la vida privada de los oponentes y por sus preocupaciones particulares.

Se necesitarán muchas horas de conversación para que eso sea posible, pero quizá sea la única vía para destensar las relaciones, restañar las heridas y reconstruir los puentes. Después vendrá lo de buscar las «fórmulas imaginativas» de las que habló Montero para resolver el conflicto y reconstruir la convivencia entre catalanes. Conviene saber, no obstante, que para que esas negociaciones puedan llegar a buen puerto Sánchez necesita estabilidad y para ello precisa de la aprobación de los Presupuestos Generales. Este jueves se verá si la mesa de diálogo es sólida y tiene realmente vocación de permanencia cuando los diputados de ERC permitan o no, con su voto o su abstención, que se apruebe el objetivo de déficit, paso previo indispensable a los Presupuestos. Será la primera prueba.