«La voz de Andalucía ha sido clara y es clave en el PP nacional, que no puede actuar sin esta región». En el PP andaluz sacaban pecho ayer por haber llevado a Soraya Sáenz de Santamaría al triunfo en la primera vuelta de las primarias del partido. Una victoria que se explica por el convencimiento de que la exvicepresidenta del Gobierno puede no ser la mejor gestora del partido, pero sí el mejor cartel electoral en la calle para batir a Pedro Sánchez, y el trabajo en la sombra de reconocidos enemigos internos de la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, con Javier Arenas a la cabeza. Y es que la vieja guardia del partido ha demostrado que no ha perdido ni un ápice de su capacidad de influencia.

La dirección del PP andaluz insistió ayer en que el triunfo se labró gracias a la «conexión» de las bases con Juan Manuel Moreno Bonilla y el convencimiento de que la apuesta ganadora era Santamaría. De la importancia de la apuesta da cuenta que la mano derecha de Arenas, el líder del PP de Cádiz Antonio Sanz, era su jefe de campaña. La noche del jueves no ocultaban su satisfacción por los 4.000 votos de ventaja sobre Pablo Casado, en segundo en liza. Ponían el acento en que si Andalucía fuera España, no habría necesidad de segunda vuelta: Santamaría obtuvo el apoyo de más de la mitad de los inscritos, el 54,4% de votos, y sacó más de 15 puntos de ventaja.

Los resultados andaluces evidencian que las primarias han servido de excusa para ventilar deudas pendientes, iniciadas en el 2014 cuando se dilucidó el relevo en el PP andaluz. En plena pugna de Santamaría y Cospedal por lograr más poder en el partido, y con Arenas apoyando a la primera por oposición a la segunda, ambas jugaron sus cartas para poner a un afín al frente de Andalucía. Cospedal apostó por José Luis Sanz y Santamaría, por Juan Manuel Moreno Bonilla, por quien se decantó Mariano Rajoy. Esa división, aunque matizada, sigue viva. La exvicepresidenta se ha impuesto en cinco provincias afines a Moreno Bonilla: Huelva, Sevilla, Cádiz y Málaga y sorpresivamente Granada, que apoyaba a la secretaria general. Esta logró la victoria en las provincias críticas, como Córdoba, Jaén y Almería.

Aunque la dirección regional trató de mantener la neutralidad para evitar el trago de llegar a las elecciones autonómicas con el lastre de haber apoyado al perdedor, no lo hicieron así las ejecutivas provinciales. Las cartas estuvieron a la vista desde el inicio, aunque hubo pequeñas sorpresas como el apoyo a contracorriente del alcalde malagueño Francisco de la Torre a Cospedal, o la victoria de Santamaría en Almería capital, pese a que la dirección provincial se postuló públicamente al lado de Cospedal.

Ahora, Andalucía trata de mantener esa posición preeminente y recuerda que es la región que más compromisarios aporta al congreso nacional.