El diputado y hasta hace poco vicesecretario de Comunicación Pablo Casado (Palencia, 1981) fue el candidato sorpresa y ha aprovechado ese efecto para tomar un impulso que ha amedrentado a sus oponentes. Se vio en las denuncias contra él nada más iniciar la campaña por el supuesto mal uso de la base de datos personales de los afiliados y también cuando se le señaló como el candidato del expresidente Aznar, en un intento de negarle su aspiración a ser el representante de la «regeneración».

Casado, que empezó en el PP de Madrid hace 15 años apadrinado por el expresidente y por Esperanza Aguirre y tiene en esa comunidad su principal caladero de votos, se ha recorrido toda la Península para animar a los militantes a apostar por él. En sus mítines ha defendido sin remilgos las ideas del PP más conservador: se ha mostrado en contra de la propuesta de la ley de eutanasia y ha afirmado que el aborto «no es un derecho». Ante la distensión entre los independentistas y el Gobierno, ha asegurado que, como presidente del PP, rechazará cualquier «tipo de diálogo con aquellos que desean romper España».

Conocida la mala relación entre Cospedal y Sáenz de Santamaría, sus dos principales contrincantes, Casado se presenta como el único que podrá coser el partido cuando pase el congreso y se ha ofrecido a integrar a miembros de los equipos de ambas candidaturas. Si gana Pablo Casado, ganamos todos ha sido su eslogan.