Continúa la campaña de los aspirantes populares para hacerse con el liderazgo del partido, una vez que Mariano Rajoy ha soltado oficiosamente las riendas del PP. De momento los discursos de los compañeros, al tiempo que adversarios, gira en torno a quién puede defender mejor o peor las esencias de la organización en un momento en que Albert Rivera sigue pisando fuerte: este lunes se supo que busca alianza con Macron y Renzi para crear una plataforma electoral frente a las europeas. En este contexto, la exsecretaria general, Dolores de Cospedal, reivindicó desde Murcia su experiencia, su veteranía y su conocimiento del que hasta ahora ha sido partido de referencia del centro-derecha español.

«Los mayores de 45 años también tenemos derecho a la vida», subrayó la dirigente conservadora, avisando de que renovar el PP no puede significar transformarse en «una mala copia de Ciudadanos». En un día en que su objetivo era defender un pacto de Estado para aclarar cuáles son las competencias municipales, Cospedal también aprovechó la ocasión para hacer una propuesta en clave interna, esto es, que tras la primera vuelta de estas primarias se produzca una integración y haya solo una candidatura, liderada por quien más apoyo obtenga de la militancia.

La propuesta fue rápidamente rechazada precisamente por el que más presume de juventud y promete cambios y modernización, Pablo Casado, el candidato que Cospedal ya trató de asumir en su equipo sin éxito. Según Casado, si sale a jugar un partido hay que jugarlo hasta el final. Quien fuera hasta hace días vicesecretario de comunicación de los populares (en problemas judiciales hasta que no se aclare, para bien o para mal, las sospechas sobre su mater en la Universidad Rey Juan Carlos I), reclamó juego limpio y que no haya «presiones» a cargos públicos y orgánicos para votar «a una u otra candidatura». No puso nombres propios a lo que dejó en una sugerencia, pero no sonó bien esa advertencia que lanzó desde Andalucía.

Por su lado, la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría siguió a lo suyo, haciendo su campaña sin mirar al resto. O al menos, procurando que no se note que lo hace. Desde Melilla, reiteró que es ella la que está preparada para derrotar en las urnas al socialista Pedro Sánchez y que es ella también la que, desde ya, puede denunciar a todas las medidas que desde la Moncloa se están empezando a poner en marcha y que, a su juicio, pueden perjudicar claramente a España.

«En lo demás, generosidad», apuntó con una sonrisa, sin ceder un ápice al debate sobre lo que se debería hacer o dejar de hacer en primera o segunda vuelta entre aspirantes, o sobre esas hipotéticas «presiones» para votar a un candidato u otro.