Cayetana Álvarez de Toledo, la portavoz del PP en el Congreso, tiene a la cúpula del partido dividida. Hay vicesecretarios y altos cargos que alaban su «poder de convocatoria», su «oratoria». «Abre la boca y se para todo», suspira uno de los dirigentes que está muy pendiente de los medios de comunicación. Otros, entre los que destacan dos exministras, consideran que no es una buena portavoz porque «no es representativa del talante de un partido como el PP».

Y si este debate ya se dio en el momento en que Pablo Casado la eligió, esta semana se ha avivado por las dos polémicas protagonizadas por la diputada: por un lado, anunció que no irá a la manifestación del 8-M, aunque su partido la apoya este año con ánimo después de dos de no hacerlo, y dijo que lo hace porque ella es «feminista amazónica de la escuela de Camille Paglia» que vive ese día con una «celebración de los logros conseguidos por la mujer en los últimos años». Por otro, cargó contra la Sexta, a la que acusó de «hacer negocio con la erosión de los valores de la democracia» por su tratamiento del procés. Y en esta coyuntura, Casado quiso ayer alzar su voz para dejar clara su posición: «Cayetana Álvarez de Toledo es una extraordinaria portavoz en el Congreso. A todos los partidos les gustaría tener a Cayetana de portavoz».

El presidente salió en defensa de su parlamentaria (que volvió al PP con él después de abandonarlo en el 2015 al considerar que Mariano Rajoy no daba la respuesta debida al desafío catalán) en un acto que el partido organizó con motivo del 8-M. Casado intentó lanzar una imagen de unidad dentro de su partido y reunió en un mismo acto a la portavoz y a la vicesecretaria de Comunicación del PP, Cuca Gamarra, y altos cargos como Ana Pastor y Andrea Levy, que defienden el feminismo abiertamente.