En suspensión. Esperando a Godot. Esperando la sentencia y la unidad, el independentismo. Negándose un año más a compartir los actos institucionales claramente politizados, la oposición. Enrarecido, el soberanismo de base. Y tratando con poco éxito los partidos y el president de la Generalitat de decretar una tregua de varias horas. Así se vive la Diada del 2019 en Cataluña, que mostrará de nuevo ese espejo poliédrico de la sociedad catalana: por la mañana, en el Carmel, homenaje a Allende; por la tarde, el independentismo exhibiendo por enésima vez músculo ante la indiferencia del Estado; de noche el acto de Govern y Parlament en la plaza de Sant Jaume con Colau pero sin Ciutadans, ni PSC ni el PP.

Ni el discurso del presidente Torra ha logrado en esta ocasión fijar un titular, una bandera, como si se contagiara de la manifestación vespertina de la ANC que en esta ocasión prescinde de performances y se centra en mensaje sin fecha de caducidad: «Objetivo independencia», a la vista de la falta de una hoja de ruta mínimamente clara y unitaria. El president calcó parte del discurso del año pasado, en el que recordó los hechos de 1714. Ayer como hace un año invocó al «coraje». Ayer como hace 365 días invocó a ejercer el derecho de autodeterminación (en el 18 habló de hacer efectiva la república).

Fue el clásico discurso de todo president en la Diada: autoafirmación y cierta retórica (ayer apeló a «segar cadenas» como reza el himno, al deseo de libertad y a la fuerza de las luchas «democráticas y pacíficas» si tienen el apoyo de la mayoría, algo de lo que por cierto hoy carecen, en términos de mayoría absoluta de votos). Pero los discursos de las Diadas son más bien retórica. Puigdemont en el del 2017 aseguraba que sólo el Parlament podía inhabilitar al Govern...y 47 días después el 155 destituía de forma fulminante al Consell Executiu.

Por no hacer, Torra no hizo ni incapié en la palabra de todo el soberanismo, la unidad. La citó una sola vez, de pasada. El mismo día en que las escaramuzas entre los dos polos políticos seguían vivas. Una consejera de Esquerra afeaba un tuit al líder del PDECat, y en Tortosa republicanos y posconvergentes se lanzaban dardos a cuenta de la no retirada de símbolos franquistas en la capital del Bajo Ebro.

JUICIO A TORRA / El presidente también obvió que puede dejar de serlo en los próximos meses debido a una simple pancarta que colgó y en el Palacio de la Generalitat pese al requerimiento de la Junta Electoral. Finalmente la retiró, pero Torra puede ser inhabilitado tras el juicio que se celebra a final de mes pero coquetea con la idea de no acudir, mientras el TSJC rechaza la recusación del president contra el presidente de esta institución, Jesus María Barrientos.

El Govern y el independentismo impusieron ayer en la Mesa del Parlament la celebración del debate de política general los mismos días del juicio, frente a la crítica de toda la oposición.

Pero no será la Diada del discurso de Torra sino de la manifestación de esta tarde. La ANC cuenta ya con más de 400 mil inscritos. Todos los partidos independentistas acudirán con sus dirigentes. Juntos pero no revueltos. Ejemplo: los consellers no acudirán juntos sino con sus familiares o sus partidos respectivos. Se prevé que en las declaraciones públicas hoy reine el fair play. Pero habrá que estar atento al estado de ánimo de los miles de manifestantes en los 26 tramos en los que como cada año se divide la convocatoria en la plaza de España de Barcelona como epicentro. El año pasado ya mostraron su hastío respecto a sus representantes, a los que Elisenda Paluzie, líder del Asamblea, reprochó falta de coraje y determinación para ejercer la independencia.

La intención de la ANC es presionar en un sentido similar al de Torra y Puigdemont: ejercer la autodeterminación, culminar el mandato del 1-O. Pero ahí está el núcleo de la discrepancia: ERC sigue negando legitimidad total a esa votación para proceder a proclamaciones unilaterales y pide cada vez con más claridad unas elecciones para resolver el dilema que atenaza al soberanismo.