La tercera noche de disturbios en el centro de Barcelona tuvo un elemento novedoso hasta la fecha y que acentuó la tensión en la calle: la presencia de radicales de ultraderecha que se dedicaron a buscar y perseguir a los independentistas que acudieron a la llamada de los CDR en los Jardinets de Gràcia, la confluencia entre la avenida Diagonal y el paseo de Gràcia. La imagen más elocuente fue la paliza que un manifestante secesionista recibió por parte de un grupo de una docena de ultras.

La plaza de Artós era el punto más caliente de la jornada, el lugar en el que podía pasar absolutamente de todo. Pero por suerte, quizás porque todavía había luz, o porque los Mossos taparon bien los agujeros, o porque unos y otros guardaban fuerzas para más tarde, el choque directo entre antifascistas y ultraderechistas no se produjo. Solo hubo un largo intercambio de lemas, de canciones e insultos, que se prolongó durante una hora. En la hora punta, los ultras eran unos 300.

El lugar no era para nada gratuito, pues Artós es desde hace tiempo epicentro del fervor nacional local. Mientras gritaban consignas a favor de la unidad de España, blandiendo alguna que otra bandera preconstitucional y cantando el Cara al sol, la Policía catalana, que no la Policía Nacional, iba cercando la plaza, de manera que la fiesta tuviera un perímetro muy claro.

Visto que la frontera policial era infranqueable, y que intentar llegar al otro lado del valle quizás dejaría sin fuerzas a la tropa, ambos lados se dedicaron a decirse de todo. Por turnos. Solo se produjo una carga en toda la tarde. Y leve. Poco antes de las 21 horas, los antifascistas pusieron fin a la concentración y se marcharon por Via Augusta hacia Jardinets de Gràcia. Los ultras se quedaron un rato más hasta que decidieron poner rumbo al mismo lugar, pero dando un rodeo que volvió locos a los Mossos d’Esquadra.

La Policía catalana les fue siguiendo de cerca e intentó que no cruzaran más allá de Balmes, usando, en un par de ocasiones, proyectiles de foam. Ahí es donde el jueves empezó a oler a miércoles y a martes. Pero con el añadido de que debía evitarse a toda costa que ambos grupos se encontraran. Mientras eso sucedía, los independentistas iban bajando por Balmes tras recibir la noticia de que los ultraderechistas venían por la calle de París. Y la cruda noche volvió a empezar, porque los jóvenes radicales independentistas comenzaron a volcar contenedores y a lanzar de todo a la línea policial, que seguía intentando que nadie cruzara más allá de Aragón, donde estaban los ultras.

Lo sucedido a partir de ese momento, dejando de lado la brutal paliza que recibió un joven independentista, con patadas incluidas, fue un calco de las dos noches anteriores. Carreras por las calles más nobles del Eixample, Policía catalana arriba y abajo con las furgonetas, hogueras en las esquina, cargas y proyectiles de foam. Se repitió lo sucedido la noche anterior, con los Mossos, en un momento de la noche, rebajando el tono de sus actuaciones. Dejando hacer. Y evitando ese choque de ideologías que habría resultado fatal. Al cierre de esta edición seguían los disturbios. Mañana ya se verá.