Según la dirección popular, había dudas de si Cristina Cifuentes se atrevería a ir y a «ensombrecer» la Convención nacional del PP pensada para relanzar el partido y reforzar a Mariano Rajoy. Vaya si lo hizo. No se frenó por la crisis ligada a su máster ni el aluvión de pruebas que le ha caído encima sobre las irregularidades que lo adornan. Cogió un tren en Madrid a primera hora del viernes, pese a que su intervención en el cónclave no estaba previsto hasta el sábado, y colgó en redes sociales fotos con su equipo (luciendo gran sonrisa) viajando en el AVE camino a tierras sevillanas.

Su desembarco en la estación de Santa Justa fue todo un show. Más propio de una estrella de rock que de una presidenta regional. Tuvo que ser acompañada hasta el coche que la esperaba en la capital hispalense por la policía y el equipo de seguridad que habitualmente custodian esta estación. «No haré declaraciones hasta las 15.30 horas ya en la Convención», dijo a los periodistas antes de encerrarse en el vehículo. Así fue. Contra pronóstico y para desazón de una parte de la cúpula del PP fue ella quien, de facto, estrenó el relevante cónclave.

EL PROBLEMA, DE LA UNIVERSIDAD / Compareció allí para confirmar que ni se le pasa por la cabeza dimitir; que no ha mentido ni cometido irregularidad y/o ilegalidad y que, más allá de lo que el rector de la Universidad Rey Juan Carlos diga ahora, presentó y defendió un trabajo de fin de máster en esa institución ante tres personas, sin que pueda aclarar si eran o no un tribunal oficial. El problema, según la política madrileña, lo tiene la Universidad por haber podido falsificar documentos, pero no ella. Y tampoco el Partido Popular, a tenor de su decisión de no dar un paso atrás, pese a que sabe que cada vez es menos sólido el apoyo no ya privado, sino público que le dan los populares. Con la excepción de Dolores de Cospedal, que exigió ayer a sus compañeros que «defiendan» a los suyos y «cierren filas» cuando haya problemas. Todos entendieron qué quería decir.

EL PAPEL DEL RECTOR / Unas horas antes de que Cifuentes hiciera estas declaraciones, el director de su máster, el profesor Enrique Álvarez Conde, había confirmado en Onda Cero que el acta que supuestamente daba fe de que ella había presentado el trabajo final era falsa. Sus rúbricas, también. Estaba reconstruída porque así lo había reclamado el rector, llegó a decir. Después, cuando este amenazó con querellarse, quiso rectificar diciendo que no había «reconstruido» el acta a petición del rectorado, sino que había elaborado «un documento interno para el rector».

Ese rector, Javier Ramos, también convocó ayer a los medios para confirmar que había llevado la investigación sobre el máster de Cifuentes a Fiscalía al entender que había suficientes indicios de delito. Ramos negó haber pedido ninguna reconstrucción de actas y amenazó con querella a Álvarez Conde.

Además, admitió que se había equivocado -y pidió disculpas por ello-al defender que no había irregularidades cuando estalló el escándalo del curso realizado por la presidenta madrileña e incidió en que, pese a que se han buscado, no hay rastro del acta real sobre la presentación del supuesto trabajo de Cifuentes ni del trabajo en sí mismo.

SALUDO CON RAJOY / Todo esto, o incluso nuevas noticias en eldiario.es sobre las llamativas calificaciones que la ahora presidenta regional obtuvo en su máster en un trimestre que ni siquiera estaba matriculada, sirvieron para cambiar la coyuntura. Cifuentes, que aprovechó su paso por la Convención para saludar calurosamente a Rajoy (y hablar en privado con algunos dirigentes relevantes), no da marcha atrás. Según ella, no pasa nada. Según el PP, hay que aclarar esto de una vez y tomar una decisión. Pero de momento, nadie la toma.Salvo el PSOE, que sigue adelante con su moción de censura, mientras Ciudadanos continúda apostando por una comisión de investigación exprés que dé luz y, quizás, sea el preámbulo de algo más.

Los más escépticos en el PP empiezan a pensar que la salida más sencilla sería buscar una solución a la murciana (en alusión a la dimisión de Pedro Antonio Sánchez y su sustitución por Fernando López Miras) esto es, que Cifuentes accediese a dejar su sillón a otro compañero o compañera de partido que fuera del agrado de los naranjas y, por tanto, garantizase que los conservadores acaparan el gobierno regional hasta el 2019.

De poco serviría la opción de que ella misma disolviese el Parlamento ahora para convocar comicios, puesto que Madrid no tiene capacidad de iniciar legislatura y, en todo caso, estaría obligada a volver a celebrar de nuevo elecciones en mayo del año que viene, cuando lo hicieran la mayoría de las comunidades autónomas. O sea, a soportar los gastos de dos citas elecciones en cuestión de meses, lo que le acarrearía más críticas de la oposición .