H asta que Youness Abouyaaqoub irrumpió en la Rambla el 17 de agosto del 2017, el terrorismo yihadista era para Barcelona solo una amenaza abstracta. El asesinato de 16 personas perpetrado por jóvenes fanatizados por su imán en Ripoll lo convirtió en algo dolorosamente real en la capital catalana y en Cambrils. Tres años después, el grado de alerta que valora en España el riesgo de sufrir un atentado sigue en el nivel de 4 sobre 5. No ha bajado desde que se decretó tras el ataque a Charlie Hebdo en el 2015. Sin embargo, la pandemia de covid-19 parecen haberlo alejado del centro de las preocupaciones ciudadanas. Policías y expertos avisan de que la prevención debe mantenerse alta. Aunque la forma de la amenaza ha mutado y se concentra, según remarcan, en el perfil de los llamados inspirados o actores solitarios .

El inspirado es, según los Mossos, una persona que se ha radicalizado sin necesidad de que ningún reclutador lo haya seducido para la causa yihadista. «Puede ser de origen árabe u occidental y, por diversos motivos, acabar convencido por la abundante propaganda que el Estado Islámico difunde en internet». Estos actores solitarios , como se los conoce en el Cuerpo Nacional de Policía (CNP) o la Guardia Civil, ni siquiera han establecido contacto con Daesh. «Actúan por su cuenta y con lo que tienen a su alcance: un coche, un cuchillo…». Los últimos siete ataques en Europa este 2020 (cuatro en el Reino Unido y tres en Francia) han sido protagonizados por este perfil terrorista, el más complicado de detectar.

Las mismas fuentes también llaman a no asustarse. La policía cuenta con procedimientos de detección , que consisten en formar a agentes locales, maestros o funcionarios de prisiones –entre otros– para que estos alerten de síntomas de radicalización que vean en su entorno. Que este tipo de perfiles sean actualmente la amenaza más plausible se debe sobre todo al contexto geopolítico. «La presión que ha ejercido la comunidad internacional sobre el Estado Islámico ha provocado que deba centrarse en defenderse y no en coordinar grandes ataques».

El confinamiento forzado por el covid ha aumentado el riesgo de exposición a la propaganda yihadista de la red. El Daesh, según agentes de la Comisaría General de Información del CNP, ha contado a sus seguidores que el coronavirus es un castigo de Alá y ha animado a los comprometidos –se graban en vídeo jurando fidelidad al califato-- a salir a atacar en la calle, donde haya miembros de las fuerzas de seguridad.

Durante el confinamiento ha crecido el tráfico de contenidos yihadistas en la red y, además, se ha detectado que algunos de los consumidores de esta propaganda destinada a sumar adeptos para la causa islamista se camuflan en internet usando VPN (Virtual Private Network) anonimizadoras, que conectan los dispositivos ocultando la IP.

«Un fanático no tiene que haber ido a Siria para convertirse en un peligro», recuerda un mando policial de la lucha antiyihadista. Muy motivados estaban los cuatro yihadistas takfirís, los más radicales, capturados en Baños de Calatrava (Ciudad Real) el pasado 22 de mayo. Se autodenominaban «soldados invisibles». Antes de la pandemia, iban el líder y tres acólitos por las fiestas de los pueblos amonestando a los musulmanes que estuvieran festejando. Con el virus, subieron de escalón.

El caso de juramentado más inquietante de los interceptados esta primavera es el de Mohamed Yassin Amrani, detenido en Barcelona por la Guardia Civil el 8 de mayo. Había enloquecido en su radicalización. Estaba sin empleo y al borde de la indigencia. Entre sus planes, estaba el de degollar a algún espectador en las gradas del Camp Nou en un Barça-Madrid.

El CNP ya lleva 6 operaciones desde el inicio del 2019 con 9 de detenidos, que son un tercio de los capturados por ese cuerpo en toda España.

A pesar de que la amenaza actual más acuciante la encarnan estos solitarios , tanto los policías como los expertos coinciden en no menospreciar la coordinación del Estado Islámico. «Los atentados de Barcelona y Cambrils ocurrieron en el contexto de un extraordinario ciclo de movilización yihadista dentro de Europa Occidental. El ciclo ha remitido pero la amenaza del terrorismo yihadista persiste. Los atentados perpetrados por actores solitarios son la expresión más frecuente de esa amenaza, pero no la principal, que corresponde a actos de terrorismo detrás de los cuales hay células o redes, especialmente si tienen conexión con organizaciones yihadistas basadas en zonas de conflicto», explica Fernando Reinares, director del Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global, del Real Instituto Elcano. Garriga, en el mismo sentido, recuerda que prevalece «un terrorismo global que, lejos de detenerse, seguirá manipulando, radicalizando y atentando». Las comunicaciones y amenazas terroristas difundidas durante la pandemia «son oportunistas» y no indican, necesariamente, «una amenaza inminente», explica el criminólogo. Aún así, el riesgo sigue «latente».

Anna Teixidor, autora del libro Sin miedo a morir , la investigación más exhaustiva acerca de la radicalización de los jóvenes de Ripoll, lamenta que tres años después no se hayan tomado todas las precauciones necesarias. «Sobre todo en el aspecto de la prevención social», remarca. «Siguen faltando espacios de asesoramiento a los que puedan recurrir familiares o amigos de jóvenes que presenten síntomas de radicalización, un paso previo a contactar con la policía». Y le preocupa que las administraciones «no están lo bastante encima de este problema» en un contexto de» ascenso del populismo y los extremismos. H