A sus 55 años Corinna Larsen, (Franfurk, 1965), es una especie de cenicienta truncada. Se vio casi reina y creyó tener el mundo a sus pies, pero ella que tanto sabe de armas (fue directora general de Boss & Co Gunmakers, la afamada armería londinense), erró el tiro al pensar que un rey español se divorciaría con la pasmosa facilidad con que rompió su vínculo Carlos de Inglaterra para casarse con Camilla Parker-Bowles.

Corinna, hija del húngaro-danés Finn Bönning Larsen, director de la línea aérea brasileña Varig en Europa, y de la alemana Ingrid Sauerland Larsen, se crió en una familia de clase media alta, pero no lo suficiente para sus pretensiones.

Su hija mayor, Anastasia Adkins, con la que apenas se trata, es fruto de su matrimonio con el empresario londinense Philip Adkins, a quien conoció en París, donde estudió Relaciones Internacionales. Tras el divorcio volvió a casarse, con el príncipe Alexander von Sayn-Wittgenstein, con el que tiene otro hijo, Alexander Kyril, de 19 años, el supuesto destinatario de los 65 millones de euros que le regaló el Rey Juan Carlos tras poner fin a su relación con ella.

Tras separarse del noble, Corinna, ambiciosa e inteligente, llegó a pleitear por el uso del título, lo que su exfamilia política no le reconoció. Entre ambos matrimonios se le adjudicó una relación con Gert-Rudolf Flick, millonario con residencia en Suiza, nieto de Friedrich Flick, fundador de un gran consorcio industrial de la República Federal.

La belleza alemana acabó con el matrimonio de Gert, desposado con la princesa Johanna von Sayzn Wittgenstein, familia directa del que luego fue su marido. Al Rey Juan Carlos se lo presentó Felipe de Edinburgo en la finca La Garganta, al sur de Ciudad Real, el mayor latifundio español, que linda con la provincia de Córdoba y que abarca 15.000 hectáreas, casi el doble que la ciudad de Barcelona, propiedad del fallecido Gerald Cavendish Grosvenor, duque de Westminster, uno de los hombres más ricos de Inglaterra, que dejó a su heredero, Hugh Grosvenor, de 27 años de edad, una fortuna valorada en 10.000 millones de euros.

La amistad entrañable nació entre cenas de lujo y partidas de caza, y se prolongó varios años intensos en los que Corinna acompañó al monarca a diferente viajes, en un discreto segundo plano pero lo suficientemente cerca del emérito, entre ellos a la famosa cacería de elefantes en Botsuana en 2012, en la que el Rey sufrió un accidente a resultas del cual se rompió la cadera, lo que obligó a su traslado a España y provocó un escándalo mayúsculo que abrió una grita en la confianza de los españoles hacia su monarca.

El nieto de Alfonso XIII, biznieto de Alfonso XII y tataranieto de Isabel II, no pudo resistirse a los escantos de esta estupenda señora rubia que también fue asesora de Alberto de Mónaco, al que conoció de jovencita en un Baile de la Rosa, y según cuentan, una especie de estilista de su esposa, Charlene. Queda para la historia la imagen en el aeropuerto de Sttutgart en febrero de 2006, durante un viaje oficial del Rey, en el que una Corinna rotunda pisaba fuerte la alfombra roja, a pocos pasos del Jefe del Estado español a quién se le rendían honores, los mismos de los que ya no gozará, al menos en España.