Para volver hay que haber estado. Y ningún Rey de España había visitado antes Cuba (aunque Juan Carlos I participó allí en una cumbre iberoamericana). Pero con el viaje de Estado de Felipe VI, con ocasión del quinto centenario de la fundación de La Habana, era la historia la que volvía. En efecto, allí y entonces empezó, casi, la aventura imperial transoceánica de España, dando lugar a una larga historia común. Y allí acabó del todo, junto con el emerger de Estados Unidos como nueva potencia mundial.

Por eso, este viaje ha sido una imagen histórica para España, para Cuba y para esa comunidad de entendimientos compartidos que es Iberoamérica. Como lo ha sido la merecida distinción con la orden de Carlos III, nuestro rey ilustrado, a Eusebio Leal, historiador y reconstructor de La Habana Vieja. O el homenaje en el castillo del Morro de Santiago y en las lomas de San Juan a los soldados y marinos del almirante Cervera muertos en combate desigual con la flota americana. Eso fue en 1898 y entonces Benito Mussolini solo tenia 6 años. Solo desde una estremecedora ignorancia/demagogia se puede desnombrar una calle alegando que Cervera era un fascista.

No conocemos bien la historia, pero la peculiar contribución de Cuba a la política internacional le dan en el imaginario colectivo una importancia mucho mayor que la de su dimensión económica. Y especialmente para nosotros, que todavía recordamos lo que allí dejamos en aquel 'cuando salí de Cuba', y que allí emigramos en masa, más de un millón, después del trauma del 98.

Oportunidad para mirar hacia el futuro

Al tiempo, como dijo Felipe VI en su memorable discurso, conmemorar es una visión, revisión y valoración compartidas del pasado, pero también una oportunidad para mirar hacia el futuro. Y su vuelta a Cuba es parte ineludible de un entramado muy tupido de vínculos y afectos que no deben supeditarse a las disputas partidistas del momento, sino sustentar una verdadera política exterior de Estado. Nuestras diferencias deben ser objeto de un diálogo franco y abierto, y no excusa para monólogos autorreferenciales de cada parte. Otros muchos países, incluidos el Papa y Barack Obama, ya han estado ahí y han dado los pasos necesarios para normalizar las relaciones. Ahora era el momento. España no podía faltar, representada al más alto nivel en ese aniversario histórico, que el tiempo coloca cuando toca y no cuando conviene a unos u a otros.

Era, además, un viaje oportuno. Con un nuevo liderazgo en Cuba, y el compromiso de reformas en distintos ámbitos, es el momento de que España y la Unión Europea se impliquen en una vinculación constructiva con el cambio, y que, junto al diálogo con las autoridades, pueden abrirse canales de interlocución con la sociedad, los empresarios privados y los nuevos actores sociales que empiezan a emerger. La nueva Constitución cubana reconoce derechos que aún deben materializarse y abren oportunidades para un mayor pluralismo. Así lo ha asumido la UE, con la firma del acuerdo de diálogo político y cooperación UE-Cuba, que permite acompañar ese proceso con distintos instrumentos, desde la asistencia técnica hasta el diálogo político. Hemos acordado guiar la cooperación española en Cuba en los próximos años por el común compromiso con la Agenda 2030 y sus metas de desarrollo sostenible.

Una política de sanciones y bloqueo contraproducente

También era necesario responder a los intereses comunes de política exterior. Las nuevas sanciones contra Cuba de los EEUU de Donald Trump, deshaciendo, también aquí, lo andado por Obama, son nuevas dificultades para la economía y la vida cotidiana de los cubanos y afectan directamente a nuestras empresas. España y la UE han rechazado frontalmente sanciones que pretendan aplicarse extraterritorialmente, pues son ilegales conforme al derecho internacional. Además, la política de sanciones y bloqueo ha demostrado ser contraproducente e ineficaz para promover cambios. Podemos tener diferencias importantes con el Gobierno cubano, pero España y la UE, con una importante presencia empresarial en la isla, tienen intereses propios que defender ante la amenaza que ha abierto la activación del título III de la ley Helms-Burton. Y nuestras empresas lo han agradecido.

Además de estas cuestiones, propias del quehacer político-diplomático, el viaje del Rey a Cuba debe verse a la luz de la relación entre nuestras sociedades, que trasciende, con mucho, a sus gobiernos, como señalaba Eusebio Leal en relación con los 500 años trascurridos desde la fundación de La Habana. Modestamente, con este viaje, España ha querido mostrar su voluntad de ser acompañante y partícipe de su futuro acontecer.