La CUP respaldará la investidura de un presidente independentista (¿quién?) e incluso entrará a formar parte del futuro Ejecutivo catalán solo en el caso de que ERC y JxCat asuman su programa político, cuya principal línea roja es la unilateralidad.

Los anticapitalistas dejaron muy claro a lo largo de la campaña electoral que la «desobediencia perpetua» al Estado es una condición irrenunciable para ponerse de acuerdo con ellos. De momento, parecen mantener esta premisa pese a que este 21-D les ha traído muy malos resultados: de 10 escaños han bajado a cuatro, se van al grupo mixto con el PP y han perdido representación en Lleida y Tarragona.

Aunque el descalabro de la CUP ha sido evidente, sus escaños son imprescindibles para que el independentismo logre pactar una mayoría absoluta en el Parlament. Lo recordó su cabeza de lista, Carles Riera, ayer en Catalunya Ràdio. «Aunque nuestra influencia y argumentos electorales han bajado respecto a la legislatura anterior, nuestros escaños son determinantes». Y añadió: «Los haremos valer de acuerdo con nuestro programa».

Este programa es unilateralidad y políticas públicas, desprivatizaciones, nacionalización de servicios y expropiación de pisos vacíos a la banca. Al frente independentista los números le saldrán solo si logra ponerse de acuerdo. No es tarea fácil.